jueves, 25 de junio de 2009

Editorial

Guerra sin tregua al terrorismo

Los asesinos de la banda ETA siguen pensando que conseguirán doblegar al Estado de derecho si mantienen las espadas en alto. Y creen eso porque una negociación mal planteada y peor conducida por el gobierno de Zapatero les dio alas para pensar que son el elemento indispensable para el futuro del País Vasco. Y es por esa razón por la que debemos reclamar una guerra sin tregua contra el terrorismo. Incluso con más intensidad que ahora.
Ese es el único lenguaje que entienden los canallas que viven con la pistola en la mano y que, aunque se dicen “soldados” –más bien serían mercenarios- su guerra no la hacen cara a cara, sino dando tiros por la espalda o colocando bombas ocultas.
En Europa habían comenzado a entender que en la lucha de los “etarras” –o “etarratas”, como les llamó un día desde Cambio 16 un valiente editor de periódicos- no era la romántica actividad de quienes deseaban liberar a su país de un indeseable invasor. Las instituciones europeas habían comprendido que lo de la banda asesina era eso, una actividad canallescamente lucrativa a la que se consagraban auténticos vagos y maleantes.
Pero, he aquí que entonces llegó Zapatero, y cuando se cerraban las puertas a los criminales, él abrió otras de lo que consideraba negociación y pensó que sería capaz de convencer a los asesinos. ¡Iluso! Por su culpa nos tomaron el pelo los bandidos y aprovecharon para rearmarse y reorganizar sus filas. Y en Europa quedaron confundidos y sin saber a qué carta quedarse.
Entre la estulticia de Aznar, que habló de movimiento de liberación, y la simpleza de Zapatero, reconociéndoles como interlocutores, España desanduvo muchos pasos para conseguir derrotar a los asesinos. Salimos de Málaga, para llegar a Malagón.
Ahora hay que desandar, recomponiendo la confianza de aquellos a quienes confundimos, hasta alcanzar el apoyo sin fisuras de todos nuestros socios europeos. Con la ETA, convertida en sociedad anónima del robo y la extorsión, no valen otras cuentas que ir a por ellos, hasta ver a sus asesinos en la cárcel o el cementerio. Eso es lo único que entienden y cuando pasan una temporada tras los barrotes es cuando se ablanda su maldad y hablan de poner fin a la actividad delictiva.
Pero no cuando a un preso condenado por más de 25 muertes, incapaz de arrepentirse, como es Ignacio de Juana, se le lleva al hospital a que se cepille a la novia, disfrute de duchas eróticas y de paseos con ella. Si Zapatero no se hubiese bajado tanto los pantalones, es probable que no hubiesen seguido esos tiparracos tratando de sodomizar a toda una sociedad libre y democrática. ¡Es así de crudo!
Pero claro, a estas alturas no descubrimos nada. Quien no sabe lidiar con una crisis –porque ni siquiera sabe cómo- difícilmente será capaz de acabar con el terrorismo. Hasta cabe temer que agrave el problema, como ha hecho. Y esas son alarmas que suenan hace tiempo por los mentideros del PSOE, que no saben cómo lograr que cuando se marche el de León, no deje un edificio en ruina.
Zapatero ha tenido cómplices y antes o después habrá que pasarles factura de las burradas que han hecho. El tiempo, que no lo dude nadie, pone a cada cual en su sitio. Esa es una constante a lo largo de la historia. Más pronto o más tarde, se pagan las facturas.
Y además hay que tener claro que sólo cuando se detiene a cinco criminales en dos días, como ahora, es cuando la victoria sobre el mal estará cerca.
¡Ah y reparen en otro detalle! Ese “cowboy” que ha gobernado Estados Unidos en los ocho peores años de su historia -¡Sí, claro, hablamos de Bush!- le ofreció a ese otro iluminado que era Aznar ayudarnos contra ETA. Aún aguardamos la ayuda mientras él goza de su rancho tejano. En cambio, Francia, esa vecina a la que a menudo denostamos, lleva haciendo más que nosotros mismos para liquidar a los criminales. Y lo hace de modo sincero, discreto y sobre todo eficaz. Sin tanta alharaca.
¿Y saben por qué es así la cosa? Porque Felipe González le explicó un día de modo convincente a François Mitterrand lo qué estaba en juego y de que iba el asunto. Desde entonces Francia, nuestro gran vecino, no ha regateado la ayuda, ni la guerra al terrorismo sin descaso. Incluso, en algún momento, con incomprensión de parte de Zapatero.