miércoles, 24 de junio de 2009

Editorial

Las vacas flacas

Como anticipábamos hace algunas fechas, el tiempo de las vacas flacas políticas está llegando para José Luis Rodríguez Zapatero y su modo de hacer política. Al final, como pronosticamos, el supuesto éxito en el País Vasco y la derrota en Galicia van a marcar el inicio de su calvario. Porque han sido determinantes para que su soledad mayoritaria en el Parlamento sea más que evidente a no ser que pague peajes como no imaginó pagar.
Lo malo es que para hacerle comprender dónde está y qué le espera, una oposición ninguneada en algunos momentos por el hombre del talante ha escogido el rechazo de una de las pocas medidas verdaderamente sociales de su mandato: hacer pagar más impuestos a los ricos que a los pobres.
Resultaba patético ver los noticieros de ayer, con un Zapatero impedido de regresar a Madrid con normalidad por los mosquitos togoleses, y un grupo parlamentario socialista envainándosela en unas poquitas horas, cuando el catalanismo moderado le hacía una clarísima señal de que no van a tragar por más zalamería que derrochen. ¡Es lo malo de quedarse solo!
Toca ahora tragar quina. O engullir sapos, que viene a ser lo mismo. El primero que toca, si el tiempo y la autoridad no lo remedian, va a ser el del acuerdo sobre financiación autonómica. Y lo malo es que, para contentar a Montilla, Más o Carod, a ver de dónde saca la pasta que le van a exigir -con todo egoísmo-, la vicepresidenta Salgado, que es uno de los valores más serios del gobierno.
Al final, la gestión de los asuntos autonómicos de Zapatero está resultando tan desastrosa como la del Aznar más endiosado. Porque no basta con dar a manos llenas a los nacionalismos de derechas o a los de izquierdas por mucho que se hable catalán en la intimidad o que sea uno del Barça. ¡Siempre querrán mucho más! Y como confesaba hace años Joaquín Almunia, entonces jefe de la oposición, a un grupo de periodistas, darle todo a los nacionalismos equivale a dejarles sin bandera y obligarles a pedir la Luna.
Lo malo es que las peticiones de Luna son contagiosas. Como la insolidaridad entre los jerarcas autonómicos. Véase, sin ir más lejos, esa guerra sucia del agua que se viene librando cerca de nosotros, entre Valencia, Murcia y nuestra región. Una guerra en la que todo vale y en la que se politiza lo que no se debería politizar. ¿O no es verdad que los políticos castellano-manchegos han aprovechado el triste espectáculo de Talavera para darse con todo lo que tienen a mano?
Lo que pasa es que estamos ya -tengámoslo claro-, en la carrera hacia unas nuevas elecciones generales. ¡Sí, sí! ¡Qué nos les cuenten monsergas! La mirada está ya puesta en las urnas y la cita será más pronto, si el gobierno se encuentra medianamente sólido, o más tarde, si lo tiene poco claro. Pero esa es la hipótesis en la que trabajan ya los estrategas de los partidos mayoritarios. ¡Acuérdense de lo que decimos!
Pero en esto, como en otras cosas, cabe señalar un nuevo error de cálculo de Zapatero al efectuar su remodelación de gobierno antes de las Europeas. Uno más de una serie. Como el lamentable error de cálculo de sentarse a una mesa con esos tahúres que son los asesinos de ETA.
Al agotar el comodín del cambio de gobierno, por usar una expresión de concurso televisivo, el presidente se ha quedado ahora sin capacidad de reacción tras la derrota en unas europeas demasiado teñidas de color nacional y con un carácter innegable de termómetro del descontento hacia él. Sobre todo por la pésima gestión de la crisis, que como los “tsunami”, nos golpe ahora en toda la extensión.
¡A lo hecho, pecho! Ahora no le queda al presidente más que el comodín del refrendo en las urnas. Y lo malo para él es que seguirá el deterioro y cada vez tendrá las perspectivas más turbias. A la derecha, como ha quedado claro, el electorado le está perdiendo el miedo y ni siquiera le está tomando en cuenta las luchas intestinas y los casos de corrupción. En cambio a Zapatero ya no le pasan ni media.
Ni a sus seguidores en regiones y municipios, que con contadas excepciones, no están siendo menos desastrosos en la gestión de los problemas públicos, léase la crisis, el paro, el no cambio de modelo productivo, etc., etc., etc., que decía el rey de Siam de la película.
Todo parece apuntar, como sugería un columnista de “Deia”, que Zapatero no sólo es un gran fiasco y problema para los españoles, sino que ha empezado a convertirse en un lastre para el propio PSOE.
Y aunque lo de cerrar filas en el PSOE es una religión, la improvisación, las patadas a sus antiguos socios parlamentarios (como el PNV o CiU) y el carácter de vendedor de saldos que tiene Zapatero, están empezando a hartar a más de un socialista sensato, como el mismísimo Felipe González.
Por que, vamos a ver, ¿cuál ha sido la gestión económica de Zapatero? Dicho en pocas palabras, ha sido como pasar de Guatemala a guatepeor. Por una parte, bajando la fiscalidad a los banqueros en más de 20 puntos, dando ayudas multimillonarias a los bancos y cajas sin asegurar que revierta en empresas y familias y para remate final eliminando el impuesto de patrimonio para las rentas más altas.
Además, ha convertido a España en el país que aporta el 40% del total de parados que se crean en Europa, llevará a cabo en julio la enésima subida de la luz, nos ha impuesto el canon digital, nos ha sacado del bolsillo común 7.000 millones de euros para salvar Caja- Castilla la Mancha que, gestionaba uno de sus mariachis y ha tenido la escasa falta de tacto de dejar pasar las elecciones para emprender una alocada carrera de subidas de impuestos. ¡Vaya tela!
Decía con mucho humor un editor de una revista, hace escasos días, que Zapatero está destruyendo la imagen que teníamos de Bambi para pasar a representar la del Muñeco Diabólico.