martes, 16 de junio de 2009

Editorial

Dividir en vez de sumar

Uno de los mayores problemas de Escalona es, seguramente, ajeno a la voluntad de la mayoría de sus vecinos, sean o no nacidos en la Villa y sean o no de larga estirpe. Se trata de la división en dos mitades de los ciudadanos, que fomentan sectariamente gentes de la izquierda y de la derecha. No dice mucho de quienes son responsables de esas actitudes, estén en el poder del municipio, en la oposición o de paseo por la ribera del Alberche.
Fomentar el cainismo es sencillamente deleznable. Y cainismo es – que no se sorprenda nadie- andar por ahí catalongando a la gente en función de qué opción política elige cuando hay elecciones. Y naturalmente, en el caso de la administración municipal, andar haciendo distingos a la hora de repartir empleo o conceder ayudas. También en el reparto de prebendas.
Esos son usos que, por lo escandalosos, hace años que ya no se estilan en la mayor parte de las naciones democráticas de nuestro entorno. Son propias de personas e incluso familias que no han sabido pasar las páginas ya escritas de la historia y se aferran a un tiempo que quedó muy atrás.
España trató de pasar de modo civilizado esas páginas a finales de los setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado. A la muerte del dictador, hubo una Transición en la que jóvenes y menos jóvenes enterraron los rencores e iniciaron la andadura por una senda común. La Constitución de 1978 fue una declaración de paz entre hermanos, que debía liquidar el rencor entre hermanos tras una guerra entre hermanos.
Se hizo, que nadie se olvide, bajo el miedo a repetir los errores de la Guerra Civil o a que cualquier espadón, como los del 23 F, destruyesen los sueños de libertad de una nación formada por millones de ciudadanos. ¡Sí! ¡También de ciudadanos de derechas!
La dialéctica rojo-facha es a estas horas como un dinosaurio que sólo algunos resentidos se empeñan en no condenar al olvido. Por los dos lados. Y a lo que vemos y escuchamos por las calles de Escalona y por las actitudes que algunos demuestran, ese conflicto parece haberse quedado enquistado aquí, entre nosotros. Hay aún demasiados abuelos presentes en el rencor de muchos de nuestros vecinos y singularmente de algunos de los que rigen la vida municipal o les dan réplica desde la oposición.
No acertamos a comprender quienes creemos en la libertad, la democracia y el mutuo respeto, que algunos parezcan trabajar más por dividir que por sumar fuerzas en pro de un bien común para Escalona. O que anden peleándose como macarras en esos foros de la cobardía amparada en el anonimato.
Escalona merece mejores personajes, porque en su historia ha tenido mucho más lustre que el que las actitudes del rencor pone de manifiesto. Lo cierto es que, gracias a esa mediocridad intelectual de los contendientes, Escalona no es todo lo próspera que debería ser y es en cambio refugio de traficantes, delincuentes de distinto pelo y chulos de tres al cuarto.
Esa división fomentada por intereses espúreos da lugar a actitudes de matonismo de personajes grotescos que se creen amparados por amistad o parentesco con los miembros de la corporación. Y a lo mejor lo están con lo que de prevaricante sugiere esa actitud. Pero hemos conocido también en fechas recientes chulerías ridículas desde el polo contrario, el de los partidarios de la oposición.
A los dirigentes de los partidos mayoritarios, si es que en realidad dirigen y no se dejan arrastrar por los acontecimientos, podría recomendársele que inauguren una nueva era en la que trabajen por unir y no por separar. O lo que es igual, que entierren de una vez al abuelito muerto o castigado y le dejen reposar en paz. No vaya a ser que empecemos a pensar que le utilizan como excusa para su propio rencor.
De poco vale andar lanzándose invectivas y hasta insultos, que no van acompañados de soluciones para los problemas. La gente quiere a los políticos para resolver problemas, no para crear otros mayores. Además, quienes se dedican a la vida pública deben comprender que son los empleados del pueblo, que es quien paga sus emolumentos. No es éste quien está para serviles a ellos.
Lo que sucede es que cuando los ciudadanos convierten la política en profesión, comienzan a sufrir una evolución que les aleja de aquellos a quienes dicen querer representar. Mientras la política española no se libere de esa figura de los políticos profesionales, que no saben qué hacer cuando pierden la poltrona, la vida pública será una lucha de navajeros en plena selva. O lo que es igual el territorio del todo vale.
Es por ello que quizá los ciudadanos debiéramos echar cuentas a la hora de ir a las urnas de cuántos años lleva cada político que nos pide el voto instalado en una poltrona. Y cuántas veces desde ella nos sirvió en lugar de hacerse servir o dictar a su antojo. Pero sobre todo deberíamos reflexionar sobre cómo trabajó para unir y no para separar.
Escalona precisa políticas y políticos que lancen retos para hacer de la Villa un lugar mucho mejor. Se precisa una causa común para defender el patrimonio escalonero, ya sea el histórico-cultural que representa el Palacio y otros monumentos, o el medioambiental ,agredido desde hace tiempo con todo lo que era posible agredirle.
Escalona merece un plan serio y realista de desarrollo para sacarla del olvido y para generar una riqueza que algún día debera tener que dejar de depender de la generosidad de gobiernos provinciales, regionales o nacionales. Tambien se necesita recuperar los perdidos valores del respeto, el trabajo y el esfuerzo. ¿Pero vemos hacer algo de eso? ¿O por el contrario nos invitan a diario a mirar de soslayo al vecino que no piensa como nosotros?