Zapatero, a la deriva
Por Luis María Anson
NO SE LO esperaba. Nunca creyó que la orquesta mediática internacional la emprendiera contra él; contra él que es el progresista pávido de los matrimonios lésbicos, el crucifijo al albañal y el aborto coño libre. No se ha dado cuenta de que no se puede circular por los foros occidentales serios a base de ocurrencias. A base también de contradicciones y actitudes incoherentes. Zapatero, ha dicho un gran periódico belga, «como si de un viejo navío reventado se tratara, hace agua». Su éxito indudable en el National Breakfast le ha servido de poco. La opinión internacional no le acepta como líder solvente. Se le considera, incluso, una amenaza para la estabilidad económica de la zona euro.
Y, sin embargo, las primeras semanas de la presidencia europea han hecho meditar al Zapatero de las dádivas y las mercedes. Su reforma laboral es un churrete pero también un principio de rectificación. El presidente ha comprendido que Merkel y Sarkozy tienen razón; que no puede salir de la crisis con fórmulas demagógicas; que debe reducir el déficit de dos dígitos a menos de un 3%; que el gasto social tiene sus límites; que la frivolidad sirve de muy poco para enderezar las cuadernas económicas.
A Zapatero le han explicado los expertos lo que tiene que hacer:
Aplicar de forma implacable la regulación y el control financieros.
Dedicar los dineros despilfarrados en los Ayuntamientos a la ayuda a las pequeñas y medianas empresas que son las que crean empleo.
Reducir el gasto público en 100.000 millones de euros.
Aumentar los años de cotización para la jubilación plena de 15 a 30.
Prorrogar la edad útil hasta los 69 años, hasta los 70 según Barea.
Fijar la indemnización por despido en 20 días por año.
Reducir en cada ejercicio el número de funcionarios.
Espeluznado ante estas exigencias, imposibilitado de tirar de maquinita y fabricar billetes, incapaz de superar los límites para crear un corralito argentino que es lo que le pide el cuerpo gentil, Zapatero está promoviendo una reforma laboral que se ha quedado en un aspaviento sin contenido. No se ha atrevido a atender las exigencias reales ni en la ayuda a la empresa ni en la reducción razonable del gasto público ni en la edad de jubilación ni en la disminución de funcionarios. Se ha quedado en las medias tintas, en el sí pero no, en la incertidumbre, en la finta, en el tanteo, en la indecisión. Y por lo tanto en la ineficacia.
No es verdad esa imagen de que el barco de Zapatero hace agua. Todavía no. Lo que ocurre es que navega a la deriva. Carece de rumbo. El timonel no sabe qué hacer. Da bandazos a babor y a estribor sin orden ni concierto. Debería Zapatero convocar elecciones anticipadas para que la nave del Estado pueda regresar a puerto seguro. No va a hacerlo. Nos esperan largos meses de improvisaciones, ocurrencias, frivolidades y rectificaciones. Ayer, en el Congreso, se vio claramente que el presidente no tiene los pies en la realidad. Dice Pepiño Blanco que algunos tratan de demonizar a Zapatero. La realidad no es ésa. A mí me parece que se ha levantado un clamor dentro y fuera del partido socialista para que el presidente circunflejo se vaya con viento fresco.
Por Luis María Anson
NO SE LO esperaba. Nunca creyó que la orquesta mediática internacional la emprendiera contra él; contra él que es el progresista pávido de los matrimonios lésbicos, el crucifijo al albañal y el aborto coño libre. No se ha dado cuenta de que no se puede circular por los foros occidentales serios a base de ocurrencias. A base también de contradicciones y actitudes incoherentes. Zapatero, ha dicho un gran periódico belga, «como si de un viejo navío reventado se tratara, hace agua». Su éxito indudable en el National Breakfast le ha servido de poco. La opinión internacional no le acepta como líder solvente. Se le considera, incluso, una amenaza para la estabilidad económica de la zona euro.
Y, sin embargo, las primeras semanas de la presidencia europea han hecho meditar al Zapatero de las dádivas y las mercedes. Su reforma laboral es un churrete pero también un principio de rectificación. El presidente ha comprendido que Merkel y Sarkozy tienen razón; que no puede salir de la crisis con fórmulas demagógicas; que debe reducir el déficit de dos dígitos a menos de un 3%; que el gasto social tiene sus límites; que la frivolidad sirve de muy poco para enderezar las cuadernas económicas.
A Zapatero le han explicado los expertos lo que tiene que hacer:
Aplicar de forma implacable la regulación y el control financieros.
Dedicar los dineros despilfarrados en los Ayuntamientos a la ayuda a las pequeñas y medianas empresas que son las que crean empleo.
Reducir el gasto público en 100.000 millones de euros.
Aumentar los años de cotización para la jubilación plena de 15 a 30.
Prorrogar la edad útil hasta los 69 años, hasta los 70 según Barea.
Fijar la indemnización por despido en 20 días por año.
Reducir en cada ejercicio el número de funcionarios.
Espeluznado ante estas exigencias, imposibilitado de tirar de maquinita y fabricar billetes, incapaz de superar los límites para crear un corralito argentino que es lo que le pide el cuerpo gentil, Zapatero está promoviendo una reforma laboral que se ha quedado en un aspaviento sin contenido. No se ha atrevido a atender las exigencias reales ni en la ayuda a la empresa ni en la reducción razonable del gasto público ni en la edad de jubilación ni en la disminución de funcionarios. Se ha quedado en las medias tintas, en el sí pero no, en la incertidumbre, en la finta, en el tanteo, en la indecisión. Y por lo tanto en la ineficacia.
No es verdad esa imagen de que el barco de Zapatero hace agua. Todavía no. Lo que ocurre es que navega a la deriva. Carece de rumbo. El timonel no sabe qué hacer. Da bandazos a babor y a estribor sin orden ni concierto. Debería Zapatero convocar elecciones anticipadas para que la nave del Estado pueda regresar a puerto seguro. No va a hacerlo. Nos esperan largos meses de improvisaciones, ocurrencias, frivolidades y rectificaciones. Ayer, en el Congreso, se vio claramente que el presidente no tiene los pies en la realidad. Dice Pepiño Blanco que algunos tratan de demonizar a Zapatero. La realidad no es ésa. A mí me parece que se ha levantado un clamor dentro y fuera del partido socialista para que el presidente circunflejo se vaya con viento fresco.
(Luis María Anson es periodista, escritor y miembro de la Real Academia Española)