¡Señor, qué cosas!
Por Pepito-grillo
¡Señor, que cosas!
Por Pepito-grillo
¡Señor, que cosas!
Ayer tarde recibimos en casa un sobre con aspecto oficial y pensamos ¡zaca! ¡una multa! Era un sobre del ayuntamiento, con franqueo oficial, de esos que no suelen traer buenas noticias. Lo abrimos con miedo, por temor a lo que se pudiera avecinar. ¡Menos mal! No había multa, ni subida de impuestos, ni anuncio de cualquier desgracia.
Doblado, había algo difícil de calificar. Un boletín municipal con orla negra, como la de las esquelas, que se titulaba Editorial: hartazgo. No se sabía si era un panfleto o un suplemento del boletín oficial de la provincia. Y para colmo, una nota al final anunciaba que los gastos los había sufragado el grupo municipal socialista. ¿De dónde habría conseguido los fondos? Se preguntaba uno.
Como de costumbre, el papelote se dedicaba a ensalzar los méritos del alcalde y sus chicos. De creer lo que en él se decía, habría que pensar que el pueblo es el paraíso de los paraísos (hasta con pista de padle). ¡Y ojalá lo fuese! ¡Qué no querría uno para sus vecinos y más aún para si mismo!
Lo malo es que este paraíso terrenal no es como lo cuentan. Y por más que lo quieran maquillar con palabrejas, es lo que es. Las obras dejan que desear y no arreglan lo que más precisa de arreglo (sin contar lo que desarreglan). Y por eso algunos siempre tienen temor de que más que a satisfacer a la gente, vayan más bien a engordar la bolsa de alguien. O al menos eso sugieren algunos, aunque uno no quiera creerlo.
¡Señor, qué cosas!
Doblado, había algo difícil de calificar. Un boletín municipal con orla negra, como la de las esquelas, que se titulaba Editorial: hartazgo. No se sabía si era un panfleto o un suplemento del boletín oficial de la provincia. Y para colmo, una nota al final anunciaba que los gastos los había sufragado el grupo municipal socialista. ¿De dónde habría conseguido los fondos? Se preguntaba uno.
Como de costumbre, el papelote se dedicaba a ensalzar los méritos del alcalde y sus chicos. De creer lo que en él se decía, habría que pensar que el pueblo es el paraíso de los paraísos (hasta con pista de padle). ¡Y ojalá lo fuese! ¡Qué no querría uno para sus vecinos y más aún para si mismo!
Lo malo es que este paraíso terrenal no es como lo cuentan. Y por más que lo quieran maquillar con palabrejas, es lo que es. Las obras dejan que desear y no arreglan lo que más precisa de arreglo (sin contar lo que desarreglan). Y por eso algunos siempre tienen temor de que más que a satisfacer a la gente, vayan más bien a engordar la bolsa de alguien. O al menos eso sugieren algunos, aunque uno no quiera creerlo.
¡Señor, qué cosas!
Los redactores del “lo que sea” dedican buena parte del boletín, o como lo quieran llamar, a decir que no se van a meter con los otros, y al mismo tiempo a ponerles a caer de un burro. Ni como chiste tiene gracia. Porque para decir que no mienten sueltan alguna que otra bola (se pilla antes al embustero que al cojo).
Pero el máximo interés es tratar de convencernos de que la Fundación es del pueblo y que los otros son muy malos y se la quieren quitar al pueblo. Y claro, uno, que ya no es mozo y ha visto caer mucha agua, piensa que si esa Fundación la creó Cabezudo y dejó unas normas escritas, lo que habría que hacer es respetarlas a rajatabla ¿o no? Y los de la oposición dicen que no se respetan ¿o no?
¡Señor, que cosas!
Pero el máximo interés es tratar de convencernos de que la Fundación es del pueblo y que los otros son muy malos y se la quieren quitar al pueblo. Y claro, uno, que ya no es mozo y ha visto caer mucha agua, piensa que si esa Fundación la creó Cabezudo y dejó unas normas escritas, lo que habría que hacer es respetarlas a rajatabla ¿o no? Y los de la oposición dicen que no se respetan ¿o no?
¡Señor, que cosas!
Hace falta ser muy ciego para no ver que los mismos que se aprovechan de lo que dejó aquel hombre al pueblo, luego le ponen a caldo a la primera de cambio. Y digan lo que digan, quienes le conocimos aunque fuese un poquito sabemos que Don Felipe Sánchez Cabezudo fue antes que nada una buena persona y luego un buen escalonero. Mucho mejor que los que ahora le llaman terrateniente o señorito.
Muchos de esos y sus antepasados, le decían señorito de modo servil. Y muchos de esos le deben a aquel hombre hasta los terrenos en que se han construido sus casas o negocios. Porque si algún defecto tenía Cabezudo era que no sabía decir que no. Y el segundo era su cariño a su pueblo natal. Por eso le dejó una auténtica fortuna. Y ya veremos cuánta le dejan otros, si es que dejan algo.
¡Señor, que cosas!
Muchos de esos y sus antepasados, le decían señorito de modo servil. Y muchos de esos le deben a aquel hombre hasta los terrenos en que se han construido sus casas o negocios. Porque si algún defecto tenía Cabezudo era que no sabía decir que no. Y el segundo era su cariño a su pueblo natal. Por eso le dejó una auténtica fortuna. Y ya veremos cuánta le dejan otros, si es que dejan algo.
¡Señor, que cosas!
¡Si levantara la cabeza el bueno de Don Felipe no sé muy bien qué iba a pensar de lo que él legó con tanto cariño para el pueblo! ¡De verdad que no lo sé! Hay la impresión de que no se ha respetado su voluntad. Por mucho que juren o dejen de jurar que sí que lo han hecho.
Pero la verdad es que tampoco se ha respetado demasiado su memoria. Para ser el mayor benefactor de este pueblo -fuese o no el más rico-, no se ve mucho interés de que se conozca su figura, sus méritos, incluso su carácter. Fue Diputado en las Cortes, fue un montón de cosas, y salvo para su familia, parece que no hubiese existido.
¡Señor, que cosas!
Pero la verdad es que tampoco se ha respetado demasiado su memoria. Para ser el mayor benefactor de este pueblo -fuese o no el más rico-, no se ve mucho interés de que se conozca su figura, sus méritos, incluso su carácter. Fue Diputado en las Cortes, fue un montón de cosas, y salvo para su familia, parece que no hubiese existido.
¡Señor, que cosas!
¡Cuanta ingratitud hay detrás de tanto olvido! Uno tiene la impresión de que si pudieran quitar el Sánchez Cabezudo del título de la Fundación, ya hace tiempo que se llamaría cualquier otra cosa. ¡Así es la vida!
¡Señor, que cosas!