No hay crisis para el delito organizado
Por Diego Armario
De los diez mandamientos de la ley de Dios o de los que sean de la ley natural, hay uno que nunca han aprendido ni algunos políticos ni algunos mafiosos, cualidad que a veces coincide en la misma persona y otras no. Creo que el precepto al que me refiero es el cuarto y dice “No robarás”.
Por referirme a un ejemplo reciente, la ex presidenta del parlamento balear, María Antonia Munar, que no ha tenido más remedio que dimitir después de que el presidente de su propio partido declarara que le entregó 300.000 euros en dinero negro para cometer otra sarta de tropelías, es uno más de los muchos casos que suceden – se acaben descubriendo o no – y no disminuyen en tiempo de crisis, porque entienden que no es a ellos a los que les toca padecerla sino al resto del personal, por el que a veces dicen estar preocupados.
La asociación para delinquir es una figura que se corresponde con no pocos escándalos que afectan a la vida política.
Lo de robar, o llevárselo crudo o, como diría un castizo, “vaidefeis”, no es como la locura mental transitoria, que se pasa, sino que es una condición que nunca abandona a quien se aficiona a hacerlo. Parece como si ya no produjese escándalo comprobar cómo las propias televisiones invitan a sus programas a chorizos convictos y confesos y les pagan para que cuenten sus fechorías.
Robar –es decir, quedarse con el dinero de los demás y cuando lo hacen los políticos, con el dinero de los contribuyentes – no tiene suficiente condena social y a veces tiene escasa condena penal.
Lo que produce mayor desazón es comprobar que, ni siquiera en los supuestos en los que hay una condena en firme, se consigue que la persona sancionada penalmente devuelva el dinero que robó, con lo que tras unos años en la cárcel recupera su botín.
Los políticos honestos constituyen la mayoría, pero los que no lo son esparcen la sombra de la duda sobre los demás.
Rosario Crocetta, europarlamentario italiano que sabe mucho de esto, entre otras razones porque ha sido durante unos años alcalde de la localidad sicialiana de Gela, ha pedido al Parlamento Europeo que se trabaje conjuntamente contra el robo generalizado y por ende contra la mafia.
Para él la mafia es una multinacional con tentáculos por toda Europa y por el mundo entero y a su juicio todos los Estados miembros deberían actuar, para bloquear este fenómeno que puede perjudicar gravemente a la economía europea.
Detrás de los grandes escándalos en los que circulan millones de euros, siempre está la mafia, aunque no sea en Italia.
De los diez mandamientos de la ley de Dios o de los que sean de la ley natural, hay uno que nunca han aprendido ni algunos políticos ni algunos mafiosos, cualidad que a veces coincide en la misma persona y otras no. Creo que el precepto al que me refiero es el cuarto y dice “No robarás”.
Por referirme a un ejemplo reciente, la ex presidenta del parlamento balear, María Antonia Munar, que no ha tenido más remedio que dimitir después de que el presidente de su propio partido declarara que le entregó 300.000 euros en dinero negro para cometer otra sarta de tropelías, es uno más de los muchos casos que suceden – se acaben descubriendo o no – y no disminuyen en tiempo de crisis, porque entienden que no es a ellos a los que les toca padecerla sino al resto del personal, por el que a veces dicen estar preocupados.
La asociación para delinquir es una figura que se corresponde con no pocos escándalos que afectan a la vida política.
Lo de robar, o llevárselo crudo o, como diría un castizo, “vaidefeis”, no es como la locura mental transitoria, que se pasa, sino que es una condición que nunca abandona a quien se aficiona a hacerlo. Parece como si ya no produjese escándalo comprobar cómo las propias televisiones invitan a sus programas a chorizos convictos y confesos y les pagan para que cuenten sus fechorías.
Robar –es decir, quedarse con el dinero de los demás y cuando lo hacen los políticos, con el dinero de los contribuyentes – no tiene suficiente condena social y a veces tiene escasa condena penal.
Lo que produce mayor desazón es comprobar que, ni siquiera en los supuestos en los que hay una condena en firme, se consigue que la persona sancionada penalmente devuelva el dinero que robó, con lo que tras unos años en la cárcel recupera su botín.
Los políticos honestos constituyen la mayoría, pero los que no lo son esparcen la sombra de la duda sobre los demás.
Rosario Crocetta, europarlamentario italiano que sabe mucho de esto, entre otras razones porque ha sido durante unos años alcalde de la localidad sicialiana de Gela, ha pedido al Parlamento Europeo que se trabaje conjuntamente contra el robo generalizado y por ende contra la mafia.
Para él la mafia es una multinacional con tentáculos por toda Europa y por el mundo entero y a su juicio todos los Estados miembros deberían actuar, para bloquear este fenómeno que puede perjudicar gravemente a la economía europea.
Detrás de los grandes escándalos en los que circulan millones de euros, siempre está la mafia, aunque no sea en Italia.
(Diego Armario es escritor y periodista)