No hacer leña del árbol caído
Con toda la vergüenza social que lleva aparejado el caso del hasta ahora cura de Noez, un pueblo no muy lejano de Escalona, no deja de ser un asunto esperpéntico y por ello no debería servir para hacer leña del árbol caído.
Es un caso aislado de un hombre, en este caso eclesiástico, que ha perdido la cabeza y se ha dedicado a hacer el indio aunque a costa de los dineros de las hermandades de aquel pueblo y del cercano Totanes. Para colmo, ha sado un “espectáculo” a través de internet, exhibiendo en calzoncillos sus miserias. La mayor pérdida de su acción es la de su propia estima y respeto.
Los curas, como cualquier ser humano, son susceptibles de volverse tarumbas y ponerse en ridículo, aunque en su caso hay algunos factores que les diferencian del resto.
Por una parte porque, como sucede con los políticos, su misión comprende un papel ejemplarizante para la comunidad, que en su caso es aún más serio, porque son ellos quienes predican la moral católica y se consideran guardianes de la misma. Este desgraciado de Noez, mal ha guardado la moral y pésimo ejemplo ha dado por su mala cabeza.
Por otra parte, su responsabilidad es mayor porque la Iglesia ya se ha llevado demasiados sofiones por culpa de clérigos pedófilos, de fanáticos integristas y hasta de lunáticos. Y lo peor es que, a menudo, han tratado de tapar la falta, en vez de cortar por lo sano, como ha hecho ahora el Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez. Por ello merece elogios.
Desgraciadamente, no son noticia las decenas de curas buenos, abnegados y entregados a su ministerio, que comparten con los más humildes sus problemas y tratan de ayudar a resolverlos al mismo tiempo que predican su mensaje. Son éstos la mayoría, pero en las noticias sólo brillan los casos que se salen de la norma. Así de limitado es el mundo de la información.
Por eso lo último que cabría desear es que alguien, quien quiera que sea, explote morbosamente el caso de este pobre hombre o aproveche las circunstancias para arremeter contra la iglesia Católica. Ni sería justo, ni desde luego honorable.
La Iglesia toledana ha dado ejemplo en este caso a las iglesias de muchos otros sitios, de oportunidad, reflejos y buena cabeza, al apartar de su ministerio al cura descerebrado, sin caer en la tentación de arrojarlo a los cascos de los caballos. También al no ocultar unos hechos que hacen más daño escondidos que a la luz pública.
Parece que el nuevo titular de la sede primada es un prelado con la cabeza encima de los hombros, serio y responsable, lo que es de agradecer en una España demasiado acostumbrada a moverse entre el extremismo carca de algunos de sus clérigos y un histrionismo incontinente de los otros. Pero entre ambos, existe un gran contingente de sacerdotes modélicos, hombres razonables y cercanos a la gente, que no dudan en dar lo poco que tienen en cumplimiento del mandato recibido del hombre de Nazareth.