jueves, 4 de febrero de 2010

Opinión

Barreda, la libertad y El Quijote

Por M. Félix
El presidente de Castilla la Mancha encuentra en el Quijote reflexión y alivio, según es sabido. El “libro de libros” nacional es tan moderno que los lectores audaces hallan en él una suerte de guía para andar tranquilos por la vida. Vale para un político, pero también para todo aquel que sabe que hay valores y principios que no han cambiado y no cambiarán. Ser socialista no es simplemente tener un carnet o un cargo político, sino mas bien una actitud en la vida que no tienen todos los que disponen de un carnet.
Ahora, José María Barreda ha dicho lo que tantos piensan en su partido pero tan pocos se atreven a decir: que el Gobierno es simple, evanescente e inoportuno para hacer frente al morlaco del paro, la deuda y el gasto público.
Con respeto ha dicho que Zapatero debería imaginar otro gobierno, más reducido, con menos asesores y más peso político. Con más sustancia. Claro, lo que ya no dice es que si el presidente no va por ahí, el desastre puede ser total. Pero es que es de sobra sabido.
Lo piensa Barreda y la mayoría de los dirigentes socialistas con dos dedos de frente, que no son tantos. La mayoría lo suelta cuando tiene enfrente a alguien, sea periodista o no, dispuesto a escuchar y callar, sobre todo lo segundo. En esta tierra nuestra, la mayor parte tira la piedra y esconde la mano, que no es más que un gesto de cobardía. Al amparo del anonimato dicen cualquier cosa, pero a la hora de hacerlo frente a frente, callan. Seguro que conocen unos pocos ejemplos.
Por eso, cuando algunos califican las palabras de Barreda de oportunistas, como 'El Mundo', es preciso recordar las críticas de algún periódico ('El Mundo') que el domingo, sin ir más lejos, le llamaba dócil, pastueño y consentidor de todo el desatino de un Gobierno abonado al despiste y la rectificación. Sobran los comentarios.
Hay que agradecer a Barreda su voluntad de hacernos ver que no pasa nada –o al menos así debería ser-, por discrepar; que la divergencia no se castiga (o así debería ser); que no hay nada más sensato que decir lo que se piensa (o así debería ser), aunque no guste. Y que no hay nada más honrado que obrar de ese modo.
Porque cuando los políticos callan, malo: son unos paniaguados; cuando hablan, peor: oportunistas. Y Barreda ha hecho justo lo que se espera de alguien que lee El Quijote y busca asideros de vitalidad y decencia, mientras algunos siegan la hierba bajo sus zapatos.
Es verdad también que el presidente regional sospecha sin decirlo lo que la calle sabe: que el día de los votos será muy difícil separar su gestión -y la Fernández Vara, Griñán, Areces, etc.-, de la de Zapatero y su corte de los milagros. Pero aún así el ha dado un paso al frente que le honra.
Es preciso recordar un capítulo del Quijote en el que el Caballero de la Triste Figura le dice a su fiel escudero Sancho que «la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos». Y esto es lo que el presidente de Castilla la Mancha ha hecho, ejercer su libertad, decir lo que piensa, aunque a muchos les extraña porque no están acostumbrados.
Tampoco hay que olvidar que la libertad hay que merecerla: «¡Venturoso aquel a quien el Cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo Cielo!». Es una pena que sean tan pocos los que en política pueden leer El Quijote en voz alta. Al menos parece que Barreda es uno de ellos.