Una muestra desvela las fuentes del universo creativo de Federico Fellini
Por C. de Paz
Barcelona.- En la célebre escena inicial de La dolce vita (1960), un helicóptero sobrevuela Roma con una estatua de Jesucristo colgando. Por esta secuencia la película fue considerada blasfema y prohibida en algunos países, como España. Cuatro años antes de su filmación, un noticiario cinematográfico católico mostraba un helicóptero aterrizando en la plaza del Duomo de Milán para, entre los vítores de la multitud, recoger una estatua de Jesucristo y llevarla al Vaticano.
Paradojas al margen, uno de los discursos de la exposición Federico Fellini. El circo de las ilusiones (que estará abierta hasta el 13 de junio en CaixaForum) es mostrar cómo, en contra de lo que se suele pensar, el extravagante mundo del realizador italiano se nutría de imágenes reales. De las revistas y fotografías que devoró desde la infancia.No en vano, «Fellini, con su personalidad, explica por sí mismo la segunda mitad del siglo XX, fuertemente influenciada por la prensa. Como Charles Chaplin explicaba la primera», dice Sam Stourdzé, comisario de la exposición y de la dedicada, en el 2007, a Chaplin.
«A menudo pensamos en Fellini como una burbuja de imaginación, pero, de hecho, su material de base era la realidad», continúa Stourdzé. Otro ejemplo de está inspiración real: la escena del striptease de Nadia Gray, también en La dolce vita, está vinculada al desnudo que protagonizó la actriz Aiché Nanà en una fiesta privada en un local de Roma, en 1958.
El hecho fue un escándalo que recogió toda la prensa. Lo publicado, las fotos reales y las de la película aparecen en la muestra. La idea es «contextualizar la obra de Fellini y sus fuentes» con la idea de explicar los mecanismos de creación del realizador. Para ello Stourdzé ha invertido cuatro años en repasar 25.000 documentos, de los que ha escogido 400 –entre fotografías, dibujos, revistas, cómics, carteles, entrevistas y extractos de filmes– que repasan las obsesiones y las fuentes de inspiración de Fellini (Rimino 1920-Roma 1993).
Según Stourdzé, se trata de un trabajo de reconstrucción «inédito» como también lo es el «enfoque de la exposición» y el 50% de las piezas que se muestran. Entre estas destacan un conjunto de fotografías en color de Ocho y medio que invitan a pensar que el director previó inicialmente rodar la obra en color; tampoco se habían expuesto nunca las caricaturas que el propio Fellini realizó en los años 30 ni las fotos que inspiraron el famoso baño en la Fontana de Trevi de Anita Ekberg.Se trata de unas imágenes publicadas en la prensa, en 1958, y que muestran a la actriz sueca sumergiéndose en la fuente romana con un vestido blanco. En la escena que reconstruyó Fellini, Ekberg lleva un vestido negro y va acompañada de Marcello Mastroianni.
En el mismo apartado aparece la historia del beso que nunca existió, pero que todo el mundo imaginó, entre ambos actores. Una pantalla muestra la escena y cómo el actor italiano gira la cabeza segundos antes de rozar los labios de Ekberg. En los carteles promocionales parecen besarse, y el fotógrafo creó la ilusión apartándose ligeramente de la escena.Todo ello forma «un laboratorio visual que mezcla las imágenes que inspiraron a Fellini, las que él construyó y las que soñó», explica Stourdzé. Un laboratorio que no se estructura cronológica sino temáticamente. A través de 40 pequeñas historias (o apartados) explica algún concepto relacionado con Fellini. Así, hay espacio, entre otros, para las mujeres –su gran obsesión–, la música –reflejada en su estrecha colaboración con Nino Rota–, los paparazis –término que él inventó– y los sueños –el último y gran apartado de la muestra–.En El libro de los sueños, Fellini dibujó todas sus obsesiones y angustias. A su muerte, su esposa, Giulietta Masina, quiso destruirlo, pues en él aparecían todas sus amantes. Finalmente lo guardó pero hubo que esperar al fallecimiento de Masina (1994) para mostrarlo en público.
Fellini era junguiano y no freudiano -se psicoanalizó con Ernst Bernhard y buscó en sus sueños el inconsciente colectivo-, por eso nunca quiso abandonar la infancia y hacerse adulto. Pero lo más sorprendente de la muestra es que demuestra que Fellini se inspiraba en la realidad pura y dura, en la crónica de los diarios y revistas, como buen periodista que fue en su juventud.
Los paparazzi, a quienes Fellini dio nombre con el apellido (Paparazzo) del fotógrafo que acompaña a Mastroianni en esta película, eran moneda corriente en la Roma de la década de 1950. La llegada de las estrellas de Hollywood para rodar en Cinecitta creó una profesión. En la exposición hay una bella selección de estas imágenes robadas.
Pero lo que más evidencia esta muestra es la importancia decisiva de la cultura popular en la obra de Fellini. En este sentido, son impagables las imágenes de los castings que realizaba, fuera de prostitutas o de obispos, para los que contaba con la complicidad de personas corrientes que deseaban convertirse en figurantes y le mandaban fotos.
Barcelona.- En la célebre escena inicial de La dolce vita (1960), un helicóptero sobrevuela Roma con una estatua de Jesucristo colgando. Por esta secuencia la película fue considerada blasfema y prohibida en algunos países, como España. Cuatro años antes de su filmación, un noticiario cinematográfico católico mostraba un helicóptero aterrizando en la plaza del Duomo de Milán para, entre los vítores de la multitud, recoger una estatua de Jesucristo y llevarla al Vaticano.
Paradojas al margen, uno de los discursos de la exposición Federico Fellini. El circo de las ilusiones (que estará abierta hasta el 13 de junio en CaixaForum) es mostrar cómo, en contra de lo que se suele pensar, el extravagante mundo del realizador italiano se nutría de imágenes reales. De las revistas y fotografías que devoró desde la infancia.No en vano, «Fellini, con su personalidad, explica por sí mismo la segunda mitad del siglo XX, fuertemente influenciada por la prensa. Como Charles Chaplin explicaba la primera», dice Sam Stourdzé, comisario de la exposición y de la dedicada, en el 2007, a Chaplin.
«A menudo pensamos en Fellini como una burbuja de imaginación, pero, de hecho, su material de base era la realidad», continúa Stourdzé. Otro ejemplo de está inspiración real: la escena del striptease de Nadia Gray, también en La dolce vita, está vinculada al desnudo que protagonizó la actriz Aiché Nanà en una fiesta privada en un local de Roma, en 1958.
El hecho fue un escándalo que recogió toda la prensa. Lo publicado, las fotos reales y las de la película aparecen en la muestra. La idea es «contextualizar la obra de Fellini y sus fuentes» con la idea de explicar los mecanismos de creación del realizador. Para ello Stourdzé ha invertido cuatro años en repasar 25.000 documentos, de los que ha escogido 400 –entre fotografías, dibujos, revistas, cómics, carteles, entrevistas y extractos de filmes– que repasan las obsesiones y las fuentes de inspiración de Fellini (Rimino 1920-Roma 1993).
Según Stourdzé, se trata de un trabajo de reconstrucción «inédito» como también lo es el «enfoque de la exposición» y el 50% de las piezas que se muestran. Entre estas destacan un conjunto de fotografías en color de Ocho y medio que invitan a pensar que el director previó inicialmente rodar la obra en color; tampoco se habían expuesto nunca las caricaturas que el propio Fellini realizó en los años 30 ni las fotos que inspiraron el famoso baño en la Fontana de Trevi de Anita Ekberg.Se trata de unas imágenes publicadas en la prensa, en 1958, y que muestran a la actriz sueca sumergiéndose en la fuente romana con un vestido blanco. En la escena que reconstruyó Fellini, Ekberg lleva un vestido negro y va acompañada de Marcello Mastroianni.
En el mismo apartado aparece la historia del beso que nunca existió, pero que todo el mundo imaginó, entre ambos actores. Una pantalla muestra la escena y cómo el actor italiano gira la cabeza segundos antes de rozar los labios de Ekberg. En los carteles promocionales parecen besarse, y el fotógrafo creó la ilusión apartándose ligeramente de la escena.Todo ello forma «un laboratorio visual que mezcla las imágenes que inspiraron a Fellini, las que él construyó y las que soñó», explica Stourdzé. Un laboratorio que no se estructura cronológica sino temáticamente. A través de 40 pequeñas historias (o apartados) explica algún concepto relacionado con Fellini. Así, hay espacio, entre otros, para las mujeres –su gran obsesión–, la música –reflejada en su estrecha colaboración con Nino Rota–, los paparazis –término que él inventó– y los sueños –el último y gran apartado de la muestra–.En El libro de los sueños, Fellini dibujó todas sus obsesiones y angustias. A su muerte, su esposa, Giulietta Masina, quiso destruirlo, pues en él aparecían todas sus amantes. Finalmente lo guardó pero hubo que esperar al fallecimiento de Masina (1994) para mostrarlo en público.
Fellini era junguiano y no freudiano -se psicoanalizó con Ernst Bernhard y buscó en sus sueños el inconsciente colectivo-, por eso nunca quiso abandonar la infancia y hacerse adulto. Pero lo más sorprendente de la muestra es que demuestra que Fellini se inspiraba en la realidad pura y dura, en la crónica de los diarios y revistas, como buen periodista que fue en su juventud.
Los paparazzi, a quienes Fellini dio nombre con el apellido (Paparazzo) del fotógrafo que acompaña a Mastroianni en esta película, eran moneda corriente en la Roma de la década de 1950. La llegada de las estrellas de Hollywood para rodar en Cinecitta creó una profesión. En la exposición hay una bella selección de estas imágenes robadas.
Pero lo que más evidencia esta muestra es la importancia decisiva de la cultura popular en la obra de Fellini. En este sentido, son impagables las imágenes de los castings que realizaba, fuera de prostitutas o de obispos, para los que contaba con la complicidad de personas corrientes que deseaban convertirse en figurantes y le mandaban fotos.