Muere el gran artista escalonero Pablo Pombo
Por J. Frisuelos
Escalona.- El gran artista escalonero Pablo Pombo ha fallecido en Madrid a los 69 años, víctima de una penosa enfermedad y rodeado de los suyos.
Pombo, el mayor artista nacido en Escalona, que hace unos años afirmaba haber pintado más de tres mil cuadros y murales, será enterrado mañana, martes, en la tierra que le vio nacer.
Sus restos se encuentran en el Tanatorio de San Isidro, de Madrid, desde donde serán conducidos el martes a Escalona para recibir sepultura en el cementerio municipal. Previamente, a las 11.00 horas, está previsto un funeral en la parroquia de San Miguel.
Pablo ha expirado en su domicilio de Móstoles, como el deseaba, rodeado del cariño de su esposa, Olvido, y de sus dos hijos, que no han escatimado todo tipo de esfuerzos para aliviar su pena.
Desde que sufrió un infarto cerebral, en 2009, la salud de Pablo Pombo fue deteriorándose e impidió que dedicase tiempo a su pasión, la pintura.
En el olvido han caído las peticiones para que se le tributase un homenaje de Escalona en vida, mientras aún podía ser consciente del cariño de sus paisanos y de sus familiares.
Pablo Pombo llevó a Escalona en su corazón hasta el último aliento, aunque en conversaciones con sus amigos a veces confesaba su pesar por el trato a menudo injusto y poco considerado recibido de las autoridades de la Villa, a la que no dudó en ayudar cuanto pudo.
El mundo del arte en España pierde a un poderoso exponente, que con sus poderosas telas llenas de desgarro, con grandes contrastes de oscuros y blancos, le convertían en una especie de moderno Zurbarán.
Desde el comienzo, la pintura de Pablo, que libraba una permanente lucha interior entre la razón y la fe, se centró en lo religioso y de modo especial en Cristo, de quien explicaba que deseaba pintar su verdadera faz. A veces llegó a decirle llorando a su esposa mientras pintaba que Él (Cristo) empujaba sus pinceles.
Hace unos años, Pombo lo exponía así en la revista Seminario, del Arzobispado de Madrid: “Llevo detrás del rostro de Cristo más de 30 años, y siempre he querido que saliese a través de la fe, del amor, de lo hondo, porque así siento que puede llegar a la gente. (...) Cuando me salen expresiones de Cristo, a veces me pregunto de dónde vienen. Entonces le digo entre lágrimas a Olvido, mi mujer: ¡Está pintando Él!”
Y salpicaba con un matiz crítico la concepción actual del arte sacro: “En la Iglesia todavía se está más cerca de la estampa de la Virgen de Murillo y del Cristo de Velázquez, que de la hondura del expresionismo y de la forma de sentir y pensar que tiene la actual juventud. (...) Se necesita un nuevo Cristo en el arte de la Iglesia, siendo el mismo Cristo de siempre”.
Seguidor de Goya y El Greco, Pablo Pombo confesaba su pasión por el holandés Vincent Van Gogh y es el único escalonero que puede presumir de tener obras colgadas en las catedrales de Madrid y Cuenca, así como en el Monasterio de San Martín Pinario, en Santiago de Compostela, además de en galerías, museos y colecciones privadas.
El cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid, que ha testimoniado su pesar a la familia por la pérdida de Pablo Pombo, bendijo en su día los dos cuadros de Pablo que están a ambos lados de la puerta principal de la Catedral de la Almudena, titulados María besa la mano de su Hijo y La soledad de María.
En alguna entrevista periodística, al ser preguntado qué pretendía comunicar con su pintura, Pombo señaló que “más que comunicar, quiero expresar ese enigma doble de personalidad que está dentro de mí, de mi alma. Un enigma que sólo puedo sentir en la pintura. En ella me encuentro”.
Además, manifestaba que “cuando una persona se detiene ante uno de mis cuadros, quiero que descubra sólo el misticismo de mi obra. Si la persona necesita mi ayuda, yo se la doy, pero intento no imponer mi forma de sentir un cuadro; cada uno ve cosas que muchas veces no siento yo mismo”.
“Mi principal interés –decía- es dejar una cicatriz en la historia del arte. Pero una cicatriz que sirva a los demás. Cuando comencé a pintar la Virgen de la Almudena, pedí ayuda a Dios. Le dije: Ayúdame, que es tu Madre. Creo que Él me ha ayudado a pintar así. El primer sorprendido de la obra es el pintor mismo”.
Pablo, que en su adolescencia ayudaba como monaguillo en misa en la Iglesia de San Miguel, explicaba que sus Cristos eran en realidad retratos de la imagen escalonera del Cristo de la Ventana, que durante mucho tiempo le había obsesionado.
También dijo que “sobre todo me siento comprendido por los jóvenes”, como le sucedió en su última exposición en Santiago de Compostela, donde se sintió muy comprendido por los jóvenes.