Hace 79 años se proclamó la II
República Española
Por C. de Paz
Madrid.- Hace 79 años, el 14 de abril de 1931, se proclamó la II República Española. Fue un acontecimiento que despertó muchas esperanzas y que también defraudó otras muchas.
Izquierda Unida ha publicado hoy un manifiesto, con motivo del 79º aniversario, en el que llama a los ciudadanos a extender la movilización por la III República y la vincula con las luchas de los trabajadores. El manifiesto estima además que "la Monarquía es la negación de la igualdad ante la ley al considerarla inviolable e irresponsable".
De la misma manera aboga por romper el “pacto de silencio” vigente desde la Transición española y reivindica para el movimiento republicano ser "portavoz" de la memoria histórica y "cauce" de las aspiraciones democráticas y del cambio social "anhelado" por sectores populares "cada vez más amplios".
Pero que ocurrió hace 79 años. No es mala idea recordarlo, quizá para no repetir los mismos errores. En 1930, y a pesar de que España conoce ese año el mejor momento económico de su historia, el Rey Don Alfonso XIII decide prescindir del general Miguel Primo de Rivera, cabeza de un régimen dictatorial desde 1923. Lo habían apodado la “dictablanda”.
El régimen de Primo de Rivera se desmoronaba más por razones internas que externas. Desde 1923, la dictadura hizo frente a demasiadas asechanzas, las más peligrosas desde el propio ámbito castrense. El éxito militar en Alhucemas, que puso fin a la guerra de Marruecos, calmó aparentemente las cosas, pero un año después los militares volvían a conspirar.
Los militares tramaban asonadas contra Primo de Rivera porque éste se había propuesto institucionalizar el régimen, creando en 1924 la Unión Patriótica como partido del sistema, nombrando una asamblea nacional en 1927, y redactando una constitución de corte corporativista y neo-tradicional en 1929.
La crisis mundial de 1929, que entre otras cosas triplicó el valor de la peseta respecto a la libra esterlina, aumentó el malestar. El propio Alfonso XIII le manifestó la conveniencia de que se marchara y Primo de Rivera presentó su dimisión al Rey en enero de 1930.
Pero ni aquello atajó las conspiraciones. Llegó la sublevación militar de Jaca, expresión de mínimos de un golpe de Estado en preparación. Alfonso XIII tampoco acierta en los nombramientos de jefes de Gobierno y José Ortega y Gasset escribe que España no necesita un mero cambio de gobierno, sino un cambio de espíritu.
Por eso funda con Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala la Agrupación al Servicio de la República. Los tres firman un Manifiesto que llama a derrocar la Monarquía y a trabajar para la República. En las sombras se preparan para derribar a la Monarquía personajes como Miguel Maura, Manuel Azaña o Niceto Alcalá-Zamora.
El 12 de abril de 1931 se celebran elecciones municipales. Ganan claramente las candidaturas monárquicas (triunfan en 42 provincias y obtienen 22.150 concejalías). Los republicanos y socialistas ganan en 8 provincias con 5.875 concejalías. Pero la izquierda y los republicanos se imponen en las principales ciudades.
Dos días después se proclama la II República. La atmósfera general en el país es de efervescencia revolucionaria y a las pocas horas de cerrarse las urnas se pide a las claras que abdique el Rey. Alfonso XIII decide marcharse. Dice que lo hace por España, pero otros prefieren creer que escapa asustado. El 14 se encargan de proclamar la República por su cuenta los socialistas Besteiro y Saborit desde un balcón del Ayuntamiento de Madrid.
El discurso republicano proclama la República para salvar a la nación, remozar España, resucitar la Historia. Dicen que la Monarquía ha demostrado que ya no vale: es un régimen parcial, de facción, que no atiende a los intereses nacionales.
Pero en el bando republicano tampoco hay una idea única sobre el modelo. Los intelectuales, como Ortega, propugnan un modelo típicamente liberal. Pero ni siquiera Manuel Azaña, siendo un moderado, compartía esa idea. Otros, como Niceto Alcalá Zamora no ocultaron que querían el advenimiento de una República de derechas “bajo la advocación de la Virgen de los Desamparados y con la bendición apostólica del cardenal arzobispo de Toledo”. Y además están socialistas, comunistas y anarquistas, cada cual con su propia idea.
Con aquel tira y afloja, la II República distó de ser un régimen ejemplar. Durante los escasos cinco años de vigencia, España conoció un clima de agitación incesante, con quemas de conventos por anarquistas, un intento de golpe de Estado monárquico del general Sanjurjo. Hubo en 1933 hasta un gobierno de centroderecha, pero la presión de las izquierdas impidió que gobernara el partido más votado, la CEDA.
Para colmo, en 1934, los socialistas y los separatistas catalanes organizaron una revolución que envenenaría definitivamente el ambiente. En febrero de 1936 hubo elecciones. Ganó el Frente Popular, la coalición de izquierdas, pero jamás se publicaron los resultados, que aún hoy son desconocidos. Se abrió un periodo de violencia cotidiana que culminó con el asesinato del jefe de la oposición, José Calvo Sotelo. La guerra civil estalló cuatro días después.
Fue, se mire como se mire, un periodo lamentable. Queda resumido en el artículo crítico escrito por Ortega y Gasset contra la II República, titulado “Un aldabonazo”, donde acusaba al Gobierno de falsificar la República y pronunció su famoso “No es esto, no es esto”. Perseguido por las milicias del Frente Popular, Ortega tuvo que abandonar Madrid en julio de 1936.
Algunos piensan que el mejor resumen de la amarga experiencia de la II República lo hizo un ilustre pensador liberal que llegaría a ser uno de los padres del ideal europeísta: Salvador de Madariaga. Fue el quien sentenció: “¡Qué bella era la República en tiempos de la Monarquía!”