Por E. Vázquez
Toledo.-
El primer lustro del pontificado de Joseph Ratzinger muestra a un hombre sabio, pero anciano, cansado y enfermo, que debe enfrentarse a la mayor crisis de su Iglesia, originada por los escándalos de pederastia que han protagonizado algunos sacerdotes y prelados.
Cuando, hace ahora exactamente 5 años, los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina elegían al sucesor de Juan Pablo II y Joseph Ratzinger subía al solio pontificio como Benedicto XVI no eran pocas las voces que -olvidando que el purpurado alemán fue una de las luces que iluminaron el Concilio Vaticano II- mostraban su preocupación por el hecho de que el sucesor de San Pedro fuese el «guardián de la ortodoxia»: el cardenal, siempre muy cercano a Karol Wojtyla, que estuvo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Pero tampoco faltaron quienes celebrasen la elección de una de las grandes figuras intelectuales de la Iglesia, un hombre de sólido pensamiento que no solo ha hablado a los creyentes. Un teólogo cuya brillantez ni siquiera niegan sus detractores.
Es probable que nadie imaginase entonces a qué situación tendría que enfrentarse hoy Benedicto XVI. Un Papa sabio pero anciano, cansado y enfermo, al que mira el mundo entero mientras la Iglesia católica se enfrenta a una crisis casi sin precedentes, en la que cada día se denuncian nuevos casos de abusos a menores por parte de sacerdotes y el cristianismo retrocede como referencia moral en un milenio nuevo en el que separar verdades de mentiras parece cada vez más complejo.
Estas son sus luces y sus sombras:
1.- Lentitud de la maquinaria vaticana. Acostumbrado a trabajar casi sin pausa desde que era un joven profesor universitario, puede que los enfrentamientos entre grupos de poder que rodean a Benedicto XVI tengan mucho que ver en la lentitud vaticana, pero lo cierto es que el Pontífice es el responsable directo de los nombramientos que se han hecho. Como lo es de haber pospuesto y no llevado a cabo tantos cambios que jamás han llegado. «El Papa -dice una alta personalidad de la Iglesia española- es un hombre santo y lleno de sabiduría, pero también un hombre mayor, que como casi todos los viejos solamente se fía de los que conoce o tiene más cerca».
2.- Ejercicio dialogante de la autoridad. Benedicto XVI ha sabido, contra lo que numerosos sectores temían, ejercer la autoridad de forma dialogante. Pocos papas ha habido en la historia tan cercanos a los obispos, sacerdotes y fieles. El pontífice sabio habla a todos y para todos.
3.- Propuesta intelectual a la altura del siglo XXI. Desde el cristianismo, tan presente en las raíces culturales europeas, Benedicto XVI ha sabido transmitir a la humanidad del siglo XXI una propuesta intelectual creíble, a la altura de lo que requieren las ansias de espiritualidad del nuevo milenio. El Papa invita al hombre de hoy -que ya no tiene problemas para acceder a la información, sino para segregar lo sustantivo de lo superfluo- a volver los ojos hacia Dios, a caminar hacia lo trascendente, sin dejarse arrastrar por lo perecedero.
4.- Medidas contra la pederastia. El Papa, a diferencia de muchos príncipes de la Iglesia, cuyo silencio resulta escandaloso, ha actuado con mano firme frente a la pederastia, crimen que siempre lo ha horrorizado. Baste recordar su actitud frente a dicha lacra cuando todavía era cardenal. Pero miles de personas de todo el mundo tienen la impresión de que el Vaticano no ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Benedicto XVI se ha reunido con las víctimas tanto en Estados Unidos como en Australia, y ha manifestado su intención de hacerlo de nuevo, además de recordar a los obispos que tienen obligación de actuar con transparencia y en colaboración con las autoridades civiles. No obstante, entre creyentes y no creyentes crece el convencimiento de que la Iglesia Católica tiene que pedir perdón sin ambigüedad.
5.- Imagen antipática. Podría parecer una frivolidad aludir, a día de hoy, a la imagen que Benedicto XVI transmite, pero quizás venga a cuento hacerlo, puesto que él es el sucesor de un papa, gran aficionado al teatro, que dominaba como nadie la puesta en escena. Ratzinger, de quien los que le conocen aseguran que es en privado la afabilidad personificada, parece en público –salvo cuando se acerca a los fieles saltándose todas las medidas de seguridad- un pontífice bastante antipático. Lo suyo no es venderse. Hombre de oración, las cámaras permiten apreciar, muy a menudo, que en numerosos actos aprovecha cualquier ocasión para rezar, con la cabeza baja, en silencio.
6.- Humildad frente a las críticas. La actitud del Papa frente a toda crítica es un verdadero ejemplo de vida. Humilde siempre, ha sabido imprimir a la Santa Sede, históricamente poco dada a la humildad, una nueva manera de escuchar y de admitir que la equivocación forma parte de toda humana naturaleza.
7.- Valiente defensa de la fe cristiana. Sin negar jamás que otras culturas y creencias siguen su propio camino hacia la salvación, Benedicto XVI ha hecho de su pontificado un permanente y valiente ejercicio de defensa de la fe cristiana, entendida como senda en la que todo es nuevo cada día.
8.- Polémica alrededor del Holocausto. Benedicto XVI, que siente profundo afecto por el pueblo judío, se ha visto envuelto en polémicas sobre el Holocausto que demuestran que muchos de quienes rodean al Papa no están a altura. La Santa Sede no ha sabido explicar el papel que jugó Pío XII durante la persecución nazi. Y menos que la reintegración de los lefevbrianos al seno de la Iglesia incluyese la rehabilitación de personajes como el siniestro obispo Richard Williamson, que niega la existencia de las cámaras de gas.
9.- Carácter profundamente europeísta. El Papa es un europeísta convencido y muy consciente de la importancia que tiene el Camino de Santiago. Su visita a Compostela, prevista para el próximo noviembre, es pruebade ello.
10.- El perfil del episcopado. Se esperaba que la llegada de Benedicto XVI al papado se reflejase en el nombramiento de obispos de perfil más próximo al suyo: figuras que uniesen a la labor pastoral una dimensión intelectual importante y capaces de hablar a la sociedad entera. Obispos convencidos de que la Iglesia no precisa poder, sino autoridad. Ese cambio es una de sus grandes asignaturas pendientes.
11.- Afecto por el mundo de la cultura. Benedicto XVI está impulsando un constante diálogo con los creadores (escritores, pintores, músicos, arquitectos...) y con pensadores del más diverso perfil, con independencia de que sean o no creyentes. Entre quienes se han reunido con él en la Capilla Sixtina, bajo los frescos de Miguel Ángel, está el escritor Claudio Magris, autor de El Danubio, un claro símbolo de la cultura europea.