sábado, 10 de abril de 2010

Opinión

A veces se respetan

Por Diego Armario 
No es extraño que el personal esté desorientado y que cada vez se fíe menos de los demás pero lo cierto es que hay sectores sociales que están hechos unos zorros, con la credibilidad bajo mínimos y la respetabilidad por los suelos.
Si sacamos una foto fija de cómo está el patio en estos momentos nos sale un paronama de políticos corruptos, jueces politizados, curas pederastas y periodistas vendidos a la ideología de los que mandan o  puede que  manden dentro de poco.
Menos mal que, al igual que a Humphrey Bogart siempre le quedará París, a los ilusos que creen aun en la regeneración del ser humano, les queda la esperanza de que alguna vez políticos, jueces, curas y periodistas se respeten a sí mismos y actúen como se espera de ellos.
El problema está en que estos colectivos tienen una enfermedad incurable llamada corporativismo, que no es otra cosa que la defensa numantina, con razón o sin ella, de los colegas de oficio no tanto por amor al compañero como por preservar el buen hombre y mejor imagen del chiringuito en el que están acogidos y que les proporciona beneficios, privilegios y mamandurrias de todo tipo.
Ocultar lo que hacen con menores algunos curas sin escrúpulos, pedir la presunción de inocencia para compañeros de partido políticos que se han hecho millonarios robando a manos llenas, sancionar con multas insignificantes a jueces que no deberían ejercer como tales y no lo hacen, o proclamar una independencia que no tienen los periodistas más sectarios del lugar son conductas corporativistas que producen una inmensa melancolía.
Sin embargo sería más melancólico aun generalizar y extender a todo el colectivo de estos sectores estas conductas que los difaman.
Hay gente que se respeta y que se merece un respeto, y esos son los que dignifican su profesión, y son también los que no defenderían en ningún caso a sus colegas corruptos, porque la corrupción no es solamente ni la más grave la económica.
Los mejores defensores del buen nombre y la mejor fama de la política, la judicatura, el clero o el periodismo son aquellos que están más cabreados que una mona, y lo dicen o lo denuncian, cuando uno de los suyos pasa la línea roja que nunca deben pisar.

(D. Armario es periodista, escritor y ex director de RNE)