La frágil recuperación sigue al mayor
desplome económico en 50 años
Por M. González
Madrid.- El pasado año ya tiene un capítulo reservado en los libros de historia económica. La mayor crisis económica en más de 50 años explotó unos meses antes, con la quiebra del banco Lehman Brothers, pero ha sido en 2009 cuando se ha ganado a pulso el nombre con el que se la recordará, la Gran Recesión.
A su lado y a pesar de todos los problemas, el presente 2010 parece que vaya a ser mucho menos convulso, menos dramático, según el vaticinio de los expertos, que apuntan el inicio de una recuperación lenta y desigual, incapaz todavía de taponar la sangría de puestos de trabajo.
Es un pronóstico resabido, lleno de cautelas y escepticismo, un recordatorio de que casi nadie –y menos aún en el gobierno español- supo ver lo que se venía encima. Más aún, en los análisis sobre 2010 se dedica casi tanto espacio a describir qué hará crecer de nuevo a la economía, como a advertir de las emboscadas que acechan en las revueltas del camino, un desfiladero donde cualquier paso en falso puede precipitar la recaída.
El impacto de lo ocurrido pesa, y mucho. Hasta hace bien poco, la mayoría de los economistas daba por hecho que la era de la Gran Moderación -las mayúsculas sólo servirán esta vez para resaltar un fiasco monumental-, estaba consolidada. Se creía que el conocimiento sobre las crisis y los instrumentos de Gobiernos y bancos centrales bastaban para domar los ciclos económicos. "El problema central de la prevención de la depresión está resuelto", sintetizó en 2003 Robert Lucas, premio Nobel de Economía.
Prevalecía la idea de que el explosivo desarrollo de los mercados financieros era positivo, no una fuente de riesgo. En palabras de Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal: "Las tecnologías de la información han expandido de tal manera los mercados que los gobiernos, aun los incrédulos, no tienen otra alternativa que desregular (...) Los mercados financieros mundiales hoy son sin duda más eficientes que nunca". Y, de golpe y porrazo, la depresión llamó a la puerta.
Porque la única referencia válida que queda para comparar el descalabro de los dos últimos años es la Gran Depresión de 1929. Y, únicamente si se cumplen los vaticinios de los expertos, y la economía empieza a crecer en 2010, este periodo destructivo quedará sólo en la mayor recesión global en 75 años.
De hecho, los datos de los expertos en Economía de medio mundo muestran que la producción industrial, los mercados bursátiles y el comercio mundial han caído con más fuerza que en el arranque de la Gran Depresión. Y, sólo desde el pasado verano, los indicadores han empezado a mejorar, aunque la evolución del comercio y las Bolsas es aún peor.
En la Gran Depresión, la producción industrial mundial cayó tres años seguidos, y ahora se ha recuperado en doce meses, una diferencia sustancial que abona la idea de que esta etapa destructiva no será tan prolongada como aquella. Pero hay llamadas de los economistas a la prudencia: Todavía no sabemos si la demanda del sector privado mejorará lo suficiente. Hasta ahora, la recuperación se debe en buena parte a las ayudas de los gobiernos y a la reconstrucción de los stocks en las empresas, pero nada de eso puede durar para siempre.
Arrojar algunas estadísticas más ayuda a calibrar la profundidad de la sima en la que ha caído la economía mundial, y particularmente, la de los países avanzados. Hay que retrotraerse al último gran conflicto bélico, la Segunda Guerra Mundial, para encontrar un desplome del PIB de los países industrializados tan acusado (-3,4% este año).
Y tampoco hay una referencia más cercana para el vertiginoso aumento del paro: en 2010 las 30 economías de la OCDE sumarán 60 millones de desempleados, casi el doble que al inicio de la crisis. El retrato de los mercados bursátiles es sombrío: pese a la remontada de los últimos meses, el batacazo que se dieron las Bolsas en el arranque de la crisis hará de esta década la peor de Wall Street desde 1820, según un estudio de la Universidad de Yale.
Hay ya muy pocas dudas de que el epicentro de este formidable maremoto se gestó en los mercados financieros, donde el endeudamiento para comprar activos cada vez más arriesgados (y que prometían más rendimiento) fue durante años una estrategia ganadora entre inversores de todo tipo, incluida buena parte de la banca. La crisis ha volteado de tal manera la percepción sobre la economía, que la resurrección del pensamiento de John Maynard Keynes, más favorable a la intervención estatal y la regulación, ha resultado natural.
Al derrumbe de los mercados financieros siguió un severo recuento de daños en buena parte de la banca estadounidense y europea, la congelación del crédito privado y el parón de la actividad económica, agravado en algunos países –España es un paradigma- con el desmoronamiento del sector inmobiliario.
Y pese a todo, los países industrializados, con las sonoras excepciones de Reino Unido y España, han salido ya de la recesión. Los expertos coinciden en que la masiva intervención pública y el buen comportamiento de los países emergentes, con China a la cabeza, han sido determinantes para volver a poner en marcha la economía.
Los mandatarios de países emergentes y avanzados, que coordinaron sus planes anticrisis en el G-20, y los gobernantes de los principales bancos centrales insisten en atribuir un carácter histórico a la intervención pública contra la recesión. El tiempo dirá si fue suficiente, pero lo que es indudable es que no tiene precedentes.
Los recortes de impuestos, los subsidios a la compra de automóviles o la inversión en obra pública han sumado más del 2% del PIB mundial, y han contribuido a sostener la demanda y a mantener millones de empleos. Del lado de los bancos centrales, la actuación ha sido si cabe más espectacular, por heterodoxa.
El más activista de los gobernadores de bancos centrales ha sido el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, más apremiado también por los estropicios que ocasionaron los activos tóxicos en los balances de la banca de EE.UU. La intervención en las entidades estadounidenses acabó con el modelo de banca de inversión (con la excepción de Goldman Sachs) y obligó a recapitalizaciones multimillonarias con dinero público. Pero, aún con el paro al alza, la tensión en los mercados financieros ha remitido. Pero España ha sufrido el mayor avance del desempleo entre las economías avanzadas.
Las escasas buenas noticias que ha dado la economía han salido casi siempre de Asia. En 2010, cerca del 50% del crecimiento mundial vendrá de China, aseguran los analistas de Deutsche Bank. La crisis ha consolidado la tendencia de más crecimiento en las economías emergentes, agregan en Morgan Stanley. El PIB de China puede rondar el 10% este año.
Junto a China, la mejor evolución de otros países asiáticos y latinoamericanos (con la excepción de México), confirma que las economías emergentes ganan peso. Pero los garbanzos negros están en Europa del Este.
En el bando de los países avanzados, Estados Unidos ha vuelto a hacer bueno el axioma de que es una economía flexible que sale antes de las crisis. Como contraste, en la zona euro los expertos esperan crecimientos muy débiles, que rondarán el 2% del PIB en las principales economías del área, Alemania y Francia.
El consenso es que las economías avanzadas tardarán entre cuatro y cinco años en recuperar el nivel de producción de 2007. La digestión de los excesos acumulados, y singularmente el enorme endeudamiento de agentes privados y públicos en muchas economías, apenas deja opción: con el crédito bajo mínimos, sólo queda someterse a una cura de ahorro para afrontar los pagos de las deudas, lo que lastrará el consumo privado y la inversión, y encogerá irremediablemente el crecimiento.
La previsible retirada de los estímulos fiscales de los Gobiernos, la posibilidad de que los bancos centrales limiten algunas de sus medidas excepcionales y las dificultades de un sistema financiero que no acaba de culminar su reconversión completan el cuadro básico de incertidumbres, compartido por todos los analistas. Si se incluyen puntos de vista más polémicos, la lista de las cosas que pueden dar al traste con la recuperación se amplía.
La cuestión divide a los teóricos que han descrito con más precisión los mecanismos de la crisis. "Es una amenaza fantasma", reitera cada vez que tiene ocasión Paul Krugman, Premio Nobel de Economía en 2008.