Escalona, la bien vigilada
Por Rufino Juárez
Salí de casa “El Abuelo” en Torrijos. Buen alojamiento y mejor comida a juzgar por el servicio, si bien de esto último no puedo opinar mas que por indicios, pues mis pasos se dirigieron a cenar al “Bar Beatriz”. Sopa castellana exquisita, abundante y no menos rica ración de conejo, vino al gusto y aceitunas para entretenerse: 10 euros, muy razonable pues a las viandas hay que sumar la amabilidad y buen hacer del dueño que por mi condición de peregrino rompió la norma de la casa de no dar cenas a hora tan temprana.
Sabido es que con pan y vino se anda el Camino pero, si te obligas a llevar la casa a cuestas, no es menos cierto que el capítulo de la alimentación no es el menos importante, motivo suficiente para hacerlo, además, placentero como fue el caso.
Las servidumbres de las etapas no te permiten comer todo lo que te apetece pues no se camina bien después de una copiosa comida a parte que el reto físico y mental que supone la lejanía de la meta hace que no tengas demasiado apetito. Es por ello que reservo los placeres de la gula para la cena.
Como digo, salí de Torrijos el 4 de Marzo de 2010 a las 7:30 horas. Me quedaba por delante la etapa que en mi rutómetro viene señalada con el número 18 desde Valencia en mi Camino a Santiago y que tiene por destino tu villa, Escalona. Como mejor que yo sabrás, llevaba itinerario opuesto al de Lázaro de Tormes en su apresurada salida de Escalona después de haber escarmentado al ciego con el poste de los soportales de la plaza: -"¿Como, y olisteis la longaniza y no el poste?".
Esta etapa supone la última “estación” de Castilla-La Mancha después de 500 km. desde el origen allá en el Mediterráneo, en Valencia y a falta de 700 km. para la meta en la lejana Santiago.
El Camino, como te puedes imaginar, te depara sorpresas de todo tipo. El invierno ha sido muy lluvioso y los arroyos bajan preñados. El vadear alguno como el de Prada, te obliga, salvo que te quites al menos los pantalones y el calzado, y la temperatura no invita a ello, a verdaderos ejercicios de contorsionista entre los árboles y la maleza del cauce para pasar a la otra orilla. ¿A quién se le ocurre andar a pie por estos caminos y en invierno? ¿Qué andará buscando? No será de fiar, por eso que de facilitarle la tarea, nada. Tampoco lo pretendo.
Debió de ser por ello que salvado el escollo te recompensa el graznido de las grullas en el cielo. Los documentales de la sobremesa de La 2, aún percibidos con la somnolencia característica, me hacen recordar el periplo que cada año hacen desde su taiga y tundra natal hasta los encinares de Extremadura y viceversa. Por lo que su vuelo significa, acabó el invierno en su tierra y regresan. Me viene a la memoria aquel compañero que tuve en Vizcaya, que decía que si fuera rico nunca le cogería el invierno... como a las grullas.
Después del asunto del arroyo observo con curiosidad la formación que en el cielo y a gran altura nos dan. En primer lugar no aciertas a comprender lo que esta pasando. El "griterío" es grande. Miras al cielo escrutando y nada. Piensas que con tanto como ha llovido en este invierno, habrá al otro lado de la colina alguna laguna y estará llena de pájaros: ¡por el estruendo que preparan, muchos deben de ser!. En el cielo, nada a la vista. Pasados unos instantes, no pocos, se desvela el misterio, decenas de aves a gran altura se dirigen en formación a algún punto grabado en su GPS interno, si bien al igual que el peregrino, cada poco deben de tener que consultar la hoja de ruta, pues hacen pequeñas paradas, describiendo círculos para, me imagino, que reorientar su acimut. ¡Todo un espectáculo!.
Ya se me olvidaron las genuflexiones que hube de hacer para pasar el pequeño río.
¿Os dije que los de Maqueda tienen un "kinder" monumental? Pues así es. A parte de monumentos a la especulación, o al menos eso rezan las pintadas que aparecen en unos adosados de la plaza frente al Ayuntamiento, restos romanos y mudéjares, al castillo de Maqueda, le ha nacido un bunker en su interior. Abrí los ojos como platos frente a la puerta pues no me lo podía creer. Di la vuelta al foso formado por la nueva construcción y las paredes del castillo primitivo y nada, no di con el misterio. Conjeturas varias..., que si panteón-residencia de los ancianos de la villa, que si gimnasio, que si.., ¡pues no! Tendría que ser un vecino quien me desvelara el secreto, quien me dijera que estaban levantando el futuro museo de los mangas verdes y sucesores. ¡Pasmado quedé! No es poco el ejercicio de imaginación que deben de hacer las administraciones para llevar vida a nuestras pueblos y a buen seguro que en este lugar lo van a conseguir. Barrunto que va a ser un importante polo de atracción de visitantes y por consiguiente de dineros. Pero, en lo que a la construcción se refiere, o se trata de recrear el ambiente de un calabozo o no lo veo, no lo veo. A buen seguro que detrás está la firma de algún arquitecto con firma, valga la redundancia. Debió temer un ataque nuclear a tenor de la cantidad de hormigón empleado y la poca luz natural con que van a quedar las estancias, debido a los muros casi ciegos del mismo.
De Maqueda no me fui sin pan y sin consejo: “No vaya por el camino que estará imposible”, me dice un vecino que se interesa por mi destino. No sabía el bien intencionado paisano que soy cazurro por partida doble. Poniéndome en su lugar es cierto que el buen hombre se seguirá haciendo múltiples preguntas: El caminante, ¿será rumano a pesar de hablar castellano? Digo esto pues saliendo de Tembleque, de entre la niebla, en el campo, sorprendí a un hombre que trabajaba en una viña y que por mi atuendo me confundió con un rumano, pues según me dijo se desplazan de pueblo en pueblo, por los caminos cargados con sus pertrechos a la busca del sustento que a ellos, no se quién, a pesar de imaginármelo, se lo han puesto especialmente difícil. Se preguntará de igual modo por el porqué teniendo una carretera tan hermosa, que nos ha costado un montón de duros, va este y prefiere transitar por un camino. ¿Por qué no le haría caso?
El horizonte debía de ser magnífico pero no me enteré, ocupado como iba del dónde situar los pies para acumular la menor cantidad de barro y no dar con mi cuerpo en el suelo a causa de los continuos resbalones. Pero, como es sabido, no hay mal que cien años dure. Superado el mar de barro y pasado el cinturón que un Alberche crecido le hace a Escalona, encarando la directísima pendiente pronunciada para los que acumulamos sobrepeso a la espalda y bastantes kilómetros en las piernas, entro en Escalona no sin antes como el poeta volver la vista atrás, para por un instante saborear el pequeño triunfo que experimento cada vez que doy por finalizada otra etapa, salvada sin mas contratiempo que un poco de cansancio.
Debe de ser este el balcón desde el cual el entusiasta del Camino de Santiago, Chencho, el de MAPFRE, y otros escaloneros nortean todos los días el río y el paisaje en lontananza para luego dirigirse a sus quehaceres con la certeza de que las cosas siguen en su sitio. ¡A saber las ensoñaciones que acompañan a estos idealistas castellanos desde su privilegiada atalaya!
En Escalona se respira aire puro, seguridad y paz. Aire puro por su situación geográfica, en lo alto de la colina que el río no hace mas que agrandar, seguridad porque te protegen con la distancia debida como te explicaré, y paz como consecuencia de lo anterior.
No había mucha gente por la villa pero a buen seguro que si el peregrino hubiera tropezado con peligro de caída, una mano amiga lo hubiera impedido. Tengo la impresión que el pueblo, reunido en concejo tomó la decisión de ayudar al visitante, sin que por un instante se rompa la magia de sentirte invisible en un lugar bien visible. De observar con tranquilidad sin sentirse observado. De no molestar ni ser molestado. De ser atendido con la mejor de las atenciones al primer requerimiento sin por ello llevarte del ronzal. Qué decirte si hasta las mujeres no padecen, al igual que en otras localidades del camino, del oído:
-Oiga, ¿me saca por favor una foto?
Como por ensalmo. Dicho y hecho.
-¿Qué fondo prefiere?
Tengo la foto en la plaza, con el quiosco de la música detrás y los críos jugando.
En el pasaporte del viajero figuran el marchamo de todo tipo de establecimientos, públicos y privados, unos religiosos y otros no tanto. En Escalona opté por que fuera el sello de la biblioteca pública el que figurase en mi credencial. No lo conseguí. ¿Que por qué? Por lo que te vengo contando. Sin tú saberlo, hay en todo el mundo una voluntad declarada de agradar. La bibliotecaria con artimañas me entretiene mientras pasa aviso de mi presencia al mencionado Chencho para que sea él, quien con su recientemente estrenado sello de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Escalona - la constituyeron en el noviembre pasado -, lo estampe en mi credencial. De nada sirvió mi insistencia en decirle que no se molestase, que con el sello de la biblioteca era suficiente, que, nada, allí se presenta en un instante el de MAPFRE con su cajita conteniendo el tampón y el sello que con tanta ilusión custodia y allí, en la propia biblioteca, ¡qué mejor marco!, lo estampa.
En el empeño de potenciar el Camino y sus valores cuenta con la cierta y estimable ayuda de Domingo Escudero. Del como está tejida la red de acogida del Camino de Santiago en su pueblo da fe el hecho que me cuenta Domingo que el día de mi paso por su pueblo, estando él de viaje en Madrid, había recibido hasta cuatro llamadas de convecinos haciéndole saber que había llegado un peregrino. Con ambos, en la barra de un bar de la plaza porticada me tomo un vino y compartimos vivencias y anécdotas peregrinas con el propietario que luego se me revelaría como uno de los “espías” de la Asociación.
Lo principal que es la voluntad de un grupo de personas en conseguir un determinado objetivo, está logrado con la constitución de la Asociación. Lo complementario, como sería conseguir un pequeño radiador para calentarse y poder secar la ropa en el más que suficiente y habilitado albergue, nadie duda que llegará.
Auguro que vuestro pueblo, gracias a la calidad y calidez de sus paisanos, figurará como un hito importante en el Camino de Valencia a Santiago. En este propósito, por lo visto por mí, hay personas que están poniendo todo su empeño.
Gracias a todos, gracias por todo. Rufino Juárez.