lunes, 24 de agosto de 2009

Editorial

Es hora de plantar cara a los separatismos

Ha llegado la hora de que el Estado, todos y cada uno de nosotros, pero de modo especial el Gobierno de la Nación española, plante cara al separatismo, sea el asesino de ETA y sus secuaces, o el desestabilizador de ERC, encabezada por sus impresentables líderes, Carod, Ribao y Puigcercós.
No valen ya más cuentas ni más cuentos con esa gente. Por mucho que le hagan falta sus votos al Gobierno socialista para mantener las poltronas, es tiempo de decirles bien claro a esos iluminados que el Estado está por encima de cualquier veleidad rupturista. Y en esa tesitura, del mismo modo que están haciendo en el País Vasco, los del PP deberían demostrar grandeza de ánimo y brindar todo su apoyo.
Ya habrá ocasión en un par de años de recordar al ejecutivo sus responsabilidades en esta y otras materias. Ahora es el momento de unirse frente a los que pretenden desgajar España como si fuese una naranja.
Y si el Gobierno no se aviene a razones, quizás sea la hora de llamar a los ciudadanos a que digan lo que piensan por otros medios sobre cómo parar los pies de esa tropa. Porque lo que parecen olvidar algunos es que en España somos más los que deseamos seguir siendo una nación importante, que un conglomerado de regiones menesterosas. Incluso son muchos dentro de las filas del propio PSOE.
Hay gente de respeto en ese partido que no tiene dudas. Que pregunten a los Rodríguez Ibarra, Bono, Felipe González, Alfonso Guerra, Peces Barba, Joaquín Leguina y un montón más de políticos con cerebro y con vergüenza. Esos son los referentes, en vez de los Montillas y algún otro desaprensivo.
Lo que estamos escuchando, leyendo y hasta viendo por la televisión, a medida que se aproxima la hora en que el Tribunal Constitucional dicte sentencia sobre el texto del nuevo estatuto de autonomía catalán, debería hacernos meditar más y mejor a todos. Los comportamientos histéricos y antidemocráticos de esos payasos que condicionan el gobierno en Cataluña -y hasta en el resto de España- merecen otro tipo de tratamiento.
Se saben poseedores de unos apoyos que precisan Montilla, a escala regional, y Zapatero a escala nacional. Pero un gobierno decente no puede mercadear con esas cosas. Como tampoco puede seguir más tiempo mirándose al ombligo, incapaz de atajar y poner remedio a los problemas más graves que se interponen en su camino: léase la recesión o la pandemia de gripe que ya ha contagiado a muchos miles de ciudadanos y se ha cobrado al menos 16 vidas.
En cuanto al separatismo etarra, ese con la agravante de la muerte y la extorsión, es preciso seguir golpeándole en la línea de flotación. Como estos días, en que ha caído una buena parte de sus arsenales, sin duda gracias a la generosa cooperación de los gendarmes de Francia, que demuestra así por qué se le considera una de las grandes naciones de Europa.
Van ya hasta diez de los escondrijos de explosivos y armas de esa gentuza, pero hay que continuar hasta que no les quede ninguno y hasta que todos esos delincuentes que se las dan de patriotas vayan a prisión.
Con esta gente no valen otras consideraciones y sobre todo, en ningún caso, repetir el gravísimo error –cometido tanto por Aznar como por Zapatero- de sentarse a una mesa a conversar mientras ellos se refuerzan y se rearman para luego asesinar a pacíficos ciudadanos.
Y además no hay que olvidar seguir tratando a su “parroquia” como se merece. No ha lugar a bares, tabernas, y locales en los que se inculca el odio a una parte de la juventud vasca y donde se le enseña a robar y a matar. Hay que decir, como viene diciendo la sociedad española, ¡Basta ya! Pero si cabe con mucho mayor convencimiento. Porque es la hora de dar la puntilla a ese cáncer que padecemos y que ha arruinado una parte de nuestra historia, cual son los separatismos, los aparentemente pacíficos (en verdad no lo son) y los criminales.