El último conejo de la chistera del prestidigitador Zapatero: ley de libertad religiosa
Por M. González
Madrid.- No parece tener un remedio eficaz para sacar a España de la crisis sin someter a todo tipo de vejaciones a las clases más desfavorecidas, pero José Luis Rodríguez Zapatero sigue jugando a ser un prestidigitador que saca un conejo de su chistera cada vez que tiene que desviar la atención de los problemas mayúsculos que no resuelve.
En esta ocasión, cuando más dura parece la crisis y menos se atisban en el horizonte las soluciones, ha echado mano de un nuevo truco para despistar: la ley de libertad religiosa.
Como escribe hoy mismo El País, los funerales de Estado en 2004 por las víctimas del 11-M no podrán volver a repetirse si sale adelante ese proyecto del zapaterismo. Aquella ceremonia fue exclusivamente católica -la ofició en la catedral madrileña de La Almudena el arzobispo, Antonio María Rouco-, a pesar de que entre los 191 muertos había un buen puñado de musulmanes y de cristianos ortodoxos.
El borrador del texto que maneja el Ejecutivo establece que el Estado organizará exclusivamente funerales civiles y solo se podrá desarrollar una ceremonia religiosa si las familias de los fallecidos lo solicitan. Y si entre los militares españoles caídos hubiera católicos y musulmanes, tendrían que celebrarse dos ceremonias sucesivas o una sola multiconfesional.
"Los actos y celebraciones oficiales organizados por los poderes públicos se llevarán a cabo de forma que no integren ceremonias de carácter religioso", dice el borrador de la ley orgánica de Libertad de Conciencia y Religiosa, norma que, según se ha sabido tras la visita de Zapatero al Papa, el Gobierno no pondrá en marcha hasta después del verano. Se refiere, en primer lugar, a los funerales, pero también a cualquier otro acto estatal.
El texto habla, por primera vez, de la "laicidad del Estado" -es el título de un capítulo y de un artículo-. En los artículos que desarrollan esta laicidad, sin embargo, no se afirma que España será un Estado laico, sino que se hablan de "neutralidad de los poderes públicos ante la religión o las creencias" y de la obligación del Estado de evitar "toda confusión entre funciones estatales y actividades religiosas".
La nueva ley servirá también para determinar el alcance de los derechos de libertad religiosa y de conciencia y para que se tenga más en cuenta la nueva realidad confesional de España en la que, en parte a causa de la inmigración, han crecido otras religiones; especialmente, el número de musulmanes (1,4 millones), protestantes (rebasan el millón) y cristianos ortodoxos (600.000).
Las consecuencias concretas de la laicidad están fijadas en cuatro artículos. Aparte de regular los actos oficiales, el texto prohíbe los símbolos religiosos en determinados lugares: "En los establecimientos públicos no se exhibirán símbolos religiosos, salvo aquellos con valor histórico-artístico, arquitectónico y cultural protegidos por las leyes". Es decir, no podrá haber crucifijos en colegios ni hospitales públicos, ni tampoco en ayuntamientos o ministerios.
Hay una excepción a esta regla en el texto. Pese a estar financiados con dinero público, los colegios concertados o los centros médicos privados con convenio con la Seguridad Social sí podrán exhibir simbología acorde con su credo. El Ministerio de Justicia estima, de todas formas, que un 80% de los símbolos carentes de valor artístico han sido ya suprimidos de los edificios públicos.
Las autoridades tendrán sus propias limitaciones. Si acuden a "actos estrictamente religiosos", deberán hacerlo "de manera que no suponga una quiebra de los principios de neutralidad y no discriminación". Es decir, que no solo deberán atender las invitaciones de la Iglesia católica y participar, por ejemplo, en procesiones, sino que también deberán acudir a actos de las demás confesiones como ya sucede, por ejemplo, en Ceuta con la Musala (rezo colectivo con el que finaliza el Ramadán), al que asisten el alcalde y el delegado del Gobierno. La mitad de la población de la ciudad es musulmana.
La presencia de funcionarios en actos religiosos está regulada de forma distinta a la de las autoridades. El texto establece que será siempre "voluntaria". El nuevo reglamento de honores militares se ha anticipado, en cierta medida, a la futura ley. Aprobado el 19 de mayo, estipula también que cuando Defensa autorice a escoltas o piquetes a asistir a celebraciones religiosas, la participación de los militares "tendrá carácter voluntario" y no tendrán que rendir honores al Santísimo, a la Virgen ni a los santos patronos.
Esta participación de los funcionarios, incluso si es voluntaria, podría chocar con la "neutralidad" de los poderes públicos y la obligación de evitar "toda confusión entre funciones estatales y actividades religiosas" que consagra la ley.
Los redactores del proyecto no han decidido aún si se regularán o no en la ley los símbolos religiosos individuales que llevan, en espacios públicos, ciudadanos que no representan al Estado; prendas como el hiyab (pañuelo islámico).
Uno de los contenidos de la libertad de conciencia es el derecho a "vivir y comportarse de acuerdo con las propias convicciones y creencias", que conlleva el de "expresar" la religión propia. Los únicos límites que recoge el texto son el orden público y los derechos de los demás.
El Gobierno propone también equipar prácticamente a las cuatro religiones que gozan en España de "notorio arraigo" -mormones, testigos de Jehová, budistas y ortodoxos- con las tres que en 1992 firmaron acuerdos con el Estado: musulmanes, protestantes y judíos. La Iglesia católica goza de una situación mejor gracias a los acuerdos de 1979, y continuará manteniendo estos privilegios. Seguirá siendo, por ejemplo, la única confesión a la que los contribuyentes podrán dedicar el 0,7% de su IRPF.
El borrador del proyecto de ley establece las condiciones (años de inscripción, número mínimo de lugares de culto, etcétera) para que otras religiones obtengan el estatus de "notorio arraigo" y la consiguiente capacidad de interlocución con el Estado, así como las ventajas fiscales que conlleva. Hasta ahora era la Comisión Asesora de Libertad Religiosa la que lo decidía, y sin criterios muy definidos. El hinduismo podría ser el primer candidato a conseguir esta condición con la nueva ley, que reconoce nuevos derechos para estas confesiones.
Esquerra Republicana de Catalunya es la formación que parece tener más prisa para que salga adelante la ley. Su portavoz adjunto, Joan Tardà, presentó una moción en el Congreso que los socialistas enmendaron y aprobaron el 18 de mayo con el voto en contra de PP y UPN y la abstención de CiU y PNV. En ella se insta al Gobierno a someter el anteproyecto de la ley a una primera lectura antes del 30 de junio.
El PP se ha opuesto de antemano a la nueva ley por dos razones. La primera es de oportunidad. "No es el momento por necesidad social, prioridad ni por reconocer un nuevo derecho", declaró el diputado Santiago Cervera en el Congreso. Además, se lamentó, la ley "intervendrá aspectos no sustantivos, pero sí simbólicos" equiparables a "tradiciones y convenciones" de España.
La Iglesia católica tampoco está de acuerdo. El Papa Benedicto XVI trasladó el jueves en El Vaticano al presidente José Luís Rodríguez Zapatero sus reticencias ante la iniciativa legislativa en gestación.
En esta ocasión, cuando más dura parece la crisis y menos se atisban en el horizonte las soluciones, ha echado mano de un nuevo truco para despistar: la ley de libertad religiosa.
Como escribe hoy mismo El País, los funerales de Estado en 2004 por las víctimas del 11-M no podrán volver a repetirse si sale adelante ese proyecto del zapaterismo. Aquella ceremonia fue exclusivamente católica -la ofició en la catedral madrileña de La Almudena el arzobispo, Antonio María Rouco-, a pesar de que entre los 191 muertos había un buen puñado de musulmanes y de cristianos ortodoxos.
El borrador del texto que maneja el Ejecutivo establece que el Estado organizará exclusivamente funerales civiles y solo se podrá desarrollar una ceremonia religiosa si las familias de los fallecidos lo solicitan. Y si entre los militares españoles caídos hubiera católicos y musulmanes, tendrían que celebrarse dos ceremonias sucesivas o una sola multiconfesional.
"Los actos y celebraciones oficiales organizados por los poderes públicos se llevarán a cabo de forma que no integren ceremonias de carácter religioso", dice el borrador de la ley orgánica de Libertad de Conciencia y Religiosa, norma que, según se ha sabido tras la visita de Zapatero al Papa, el Gobierno no pondrá en marcha hasta después del verano. Se refiere, en primer lugar, a los funerales, pero también a cualquier otro acto estatal.
El texto habla, por primera vez, de la "laicidad del Estado" -es el título de un capítulo y de un artículo-. En los artículos que desarrollan esta laicidad, sin embargo, no se afirma que España será un Estado laico, sino que se hablan de "neutralidad de los poderes públicos ante la religión o las creencias" y de la obligación del Estado de evitar "toda confusión entre funciones estatales y actividades religiosas".
La nueva ley servirá también para determinar el alcance de los derechos de libertad religiosa y de conciencia y para que se tenga más en cuenta la nueva realidad confesional de España en la que, en parte a causa de la inmigración, han crecido otras religiones; especialmente, el número de musulmanes (1,4 millones), protestantes (rebasan el millón) y cristianos ortodoxos (600.000).
Las consecuencias concretas de la laicidad están fijadas en cuatro artículos. Aparte de regular los actos oficiales, el texto prohíbe los símbolos religiosos en determinados lugares: "En los establecimientos públicos no se exhibirán símbolos religiosos, salvo aquellos con valor histórico-artístico, arquitectónico y cultural protegidos por las leyes". Es decir, no podrá haber crucifijos en colegios ni hospitales públicos, ni tampoco en ayuntamientos o ministerios.
Hay una excepción a esta regla en el texto. Pese a estar financiados con dinero público, los colegios concertados o los centros médicos privados con convenio con la Seguridad Social sí podrán exhibir simbología acorde con su credo. El Ministerio de Justicia estima, de todas formas, que un 80% de los símbolos carentes de valor artístico han sido ya suprimidos de los edificios públicos.
Las autoridades tendrán sus propias limitaciones. Si acuden a "actos estrictamente religiosos", deberán hacerlo "de manera que no suponga una quiebra de los principios de neutralidad y no discriminación". Es decir, que no solo deberán atender las invitaciones de la Iglesia católica y participar, por ejemplo, en procesiones, sino que también deberán acudir a actos de las demás confesiones como ya sucede, por ejemplo, en Ceuta con la Musala (rezo colectivo con el que finaliza el Ramadán), al que asisten el alcalde y el delegado del Gobierno. La mitad de la población de la ciudad es musulmana.
La presencia de funcionarios en actos religiosos está regulada de forma distinta a la de las autoridades. El texto establece que será siempre "voluntaria". El nuevo reglamento de honores militares se ha anticipado, en cierta medida, a la futura ley. Aprobado el 19 de mayo, estipula también que cuando Defensa autorice a escoltas o piquetes a asistir a celebraciones religiosas, la participación de los militares "tendrá carácter voluntario" y no tendrán que rendir honores al Santísimo, a la Virgen ni a los santos patronos.
Esta participación de los funcionarios, incluso si es voluntaria, podría chocar con la "neutralidad" de los poderes públicos y la obligación de evitar "toda confusión entre funciones estatales y actividades religiosas" que consagra la ley.
Los redactores del proyecto no han decidido aún si se regularán o no en la ley los símbolos religiosos individuales que llevan, en espacios públicos, ciudadanos que no representan al Estado; prendas como el hiyab (pañuelo islámico).
Uno de los contenidos de la libertad de conciencia es el derecho a "vivir y comportarse de acuerdo con las propias convicciones y creencias", que conlleva el de "expresar" la religión propia. Los únicos límites que recoge el texto son el orden público y los derechos de los demás.
El Gobierno propone también equipar prácticamente a las cuatro religiones que gozan en España de "notorio arraigo" -mormones, testigos de Jehová, budistas y ortodoxos- con las tres que en 1992 firmaron acuerdos con el Estado: musulmanes, protestantes y judíos. La Iglesia católica goza de una situación mejor gracias a los acuerdos de 1979, y continuará manteniendo estos privilegios. Seguirá siendo, por ejemplo, la única confesión a la que los contribuyentes podrán dedicar el 0,7% de su IRPF.
El borrador del proyecto de ley establece las condiciones (años de inscripción, número mínimo de lugares de culto, etcétera) para que otras religiones obtengan el estatus de "notorio arraigo" y la consiguiente capacidad de interlocución con el Estado, así como las ventajas fiscales que conlleva. Hasta ahora era la Comisión Asesora de Libertad Religiosa la que lo decidía, y sin criterios muy definidos. El hinduismo podría ser el primer candidato a conseguir esta condición con la nueva ley, que reconoce nuevos derechos para estas confesiones.
Esquerra Republicana de Catalunya es la formación que parece tener más prisa para que salga adelante la ley. Su portavoz adjunto, Joan Tardà, presentó una moción en el Congreso que los socialistas enmendaron y aprobaron el 18 de mayo con el voto en contra de PP y UPN y la abstención de CiU y PNV. En ella se insta al Gobierno a someter el anteproyecto de la ley a una primera lectura antes del 30 de junio.
El PP se ha opuesto de antemano a la nueva ley por dos razones. La primera es de oportunidad. "No es el momento por necesidad social, prioridad ni por reconocer un nuevo derecho", declaró el diputado Santiago Cervera en el Congreso. Además, se lamentó, la ley "intervendrá aspectos no sustantivos, pero sí simbólicos" equiparables a "tradiciones y convenciones" de España.
La Iglesia católica tampoco está de acuerdo. El Papa Benedicto XVI trasladó el jueves en El Vaticano al presidente José Luís Rodríguez Zapatero sus reticencias ante la iniciativa legislativa en gestación.