Por Diego Armario
Esta justificación ya se la inventó Henry Kissinger cuando, al referirse al dictador Anastasio Somoza, dijo aquello de “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Ninguno de los dos, ni el nicaragüense ni el yanqui, son personajes que la historia recordará como ejemplares y, por lo tanto, imitarlos sería infamante.

Los cien años de honradez y firmeza del Partido Socialista cayeron como un edificio en ruinas dinamitado por Juan Guerra, Filesa, Roldán y los directores del Banco de España, el BOE, la Cruz Roja y la RENFE, mientras que los albaceas de ese patrimonio de honestidad miraban para otro lado y sus herederos se empeñan en redimirse de esos pecados diciendo que en la derecha ocurre lo mismo.
El PP llegó al gobierno diciendo que su partido era incompatible con la corrupción, y aunque es evidente que tanto mediática como judicial y policialmente hay dos varas de medir, denunciar el maltrato recibido no exime de actuar con una mayor contundencia contra los que se aprovechan de sus cargos o su militancia para enriquecerse.
Muchos españoles confían en que en las próximas elecciones se produzca la alternancia en el poder. Así lo sugieren las encuestas y así lo expresa la gente que ve que con el actual gobierno no hay una salida previsible a los males no sólo económicos que nos aquejan.
Si se quieren ganar esas elecciones y gobernar España, no hay margen para la tibieza ni consuelo diciendo que los otros son peores.
(D. Armario es escritor, periodista y ex director de RNE)