lunes, 26 de abril de 2010

Opinión

Es un corrupto, pero es de los nuestros

Por Diego Armario
Esta justificación ya se la inventó Henry Kissinger cuando, al referirse al dictador Anastasio Somoza, dijo aquello de “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Ninguno de los dos, ni el nicaragüense ni el yanqui, son personajes que la historia recordará como ejemplares y, por lo tanto, imitarlos sería infamante.
Nadie en España, que yo sepa, ha dicho hasta ahora algo parecido al título de esta columna, pero sería muy de agradecer, al tiempo que muy rentable políticamente para quien lo hiciera, que los líderes de todos los partidos se definieran sin ambigüedades en los casos de corrupción que se produzcan en sus formaciones, condenando esas conductas y suspendiendo cautelarmente de militancia de los sospechosos. Creo que en política, cuando existen, no ya denuncias que pueden ser injustas y vengativas, sino signos externos y visibles de enriquecimiento no justificable, hay que cortar por lo sano independientemente de lo que digan posteriormente los tribunales, porque la inacción perjudica la imagen del partido y la confianza de los ciudadanos.
Los cien años de honradez y firmeza del Partido Socialista cayeron como un edificio en ruinas dinamitado por Juan Guerra, Filesa, Roldán y los directores del Banco de España, el BOE, la Cruz Roja y la RENFE, mientras que los albaceas de ese patrimonio de honestidad miraban para otro lado y sus herederos se empeñan en redimirse de esos pecados diciendo que en la  derecha ocurre lo mismo.
El PP llegó al gobierno diciendo que su partido era incompatible con la corrupción, y aunque es evidente que tanto mediática como judicial y policialmente hay dos varas de medir, denunciar el maltrato recibido no exime de actuar con una mayor contundencia contra los que se aprovechan de sus cargos o su militancia para enriquecerse.
Muchos españoles confían en que en las próximas elecciones se produzca la alternancia en el poder. Así lo sugieren las encuestas y así lo expresa la gente que ve que con el actual gobierno no hay una salida previsible a los males no sólo económicos que nos aquejan.
Si se quieren ganar esas elecciones y gobernar España, no hay margen para la tibieza ni consuelo diciendo que los otros son peores.

(D. Armario es escritor, periodista y ex director de RNE)