sábado, 16 de octubre de 2010

Cultura

Se fue un buen actor y un hombre bueno

Por J. Frisuelos
Manuel Alexandre, uno de esos actores de la generación de oro de nuestro cine, quizás el último de ellos, se nos ha ido discretamente, a los 92 años, después de cuatro meses de ausencia forzosa de su tertulia de toda la vida en el Gijón. Como decía uno de los veteranos camareros del local, "estaba ya muy malito".
Era un hombre humilde que no quiso más que ser actor. Con raíces toledanas, de Alameda de la Sagra, Alexandre descubrió pronto su vocación por las tablas, aprendió con grandes actores del siglo pasado y formó parte de las mejores compañías escénicas de su tiempo, una práctica que se ha perdido en estos tiempos del imperio de lo cutre y lo artificial, o como dice uno de sus amigos, de las belenes esteban.
Muy joven luchó en defensa de la República, defendiendo Madrid en la columna del general Miaja. Pero acabó tan desengañado, que nunca más quiso oír hablar de banderías, partidos y política. Era un hombre progresista, de verdad, sin carnet de nada ni servilismo a nadie.
Amigo de sus amigos, sobre todo de colegas y contemporáneos como Fernando Fernán Gómez, José Luis López Vázquez o Álvaro de Luna, fue un privilegio para cuantos le conocimos escucharle desde la humildad en aquella tribuna libre del Café de Gijón.
Aficionado a los toros –acaso de no haber sido actor, según confesión propia, le hubiese gustado ser matador-, formaba cuadrilla en un velador del Gijón con escritores como Manuel Vicent y los antes mencionados. Y también periodistas, a condición de que dejasen aparcado el oficio a la entrada y antes de sentarse a su lado.
Soltero por vocación, fue pareja de conocidas actrices de nuestra escena. Pero siempre quiso hacer bueno aquello del buey suelto bien se lame.
Conoció años difíciles, en los que no se podía rechazar ningún papel. Pero la verdad es que él tampoco lo hubiese rechazado de haber podido, porque era un trabajador incansable y un enamorado de la escena.
Desde muy joven le vaticinaron que, pese a su vocación dramática, iba a representar más papeles cómicos por su físico y su voz. Y así fue. Pero debemos reconocer que lo hizo a las mil maravillas tanto en uno como en otro caso.
Su nombre aparece en el elenco de tres centenares de películas, entre ellas muchas de directores míticos, como Berlanga o Bardem, pero también de otros muchos más recientes.
Manuel Alexandre deja un hueco difícil de rellenar en nuestra escena. Pero también un vacío inconmensurable en el corazón de quienes le conocimos.