J.M. García
Paseando por la mañana por una carretera comarcal toledana (quizás siga siendo camino rural, pero ya asfaltado gracias al dinero que hemos aportado los propietarios de tres urbanizaciones), entre Escalon

En el paseo vespertino pudimos comprobar lo que ya nos temíamos: uno de ellos, el blanco, yacía en el suelo, en la cuneta, quizás víctima de un atropello o de una mala digestión. Su compañero del alma no se separaba de él, entre gemidos y lamentos, como si le estuviera rezando. A estas alturas no sé qué habrá sido de éste, si habrá seguido el mismo camino o habrá buscado nuevos horizontes. No es el único caso, el año pasado por estas fechas y por estos lugares, vimos un galgo en las mismas condiciones, probablemente ya no servía para la caza. Mala conciencia de sus antiguos dueños, pensamos mi esposa y yo.