jueves, 3 de septiembre de 2009

Editorial

Escuchar el mensaje o “matar” al mensajero

Desde que el mundo es mundo, los gobernantes y los poderosos han dudado a menudo entre escuchar el mensaje o “matar” al mensajero. Hacer lo uno o lo otro es una de las cosas que distingue a los buenos de los malos gobernantes. Algunos deberían aprender esa lección cuanto antes. Seguramente hay muchos lectores que saben de qué hablamos.
Vamos a poner ejemplos: el diario El País, hace pocas fechas, denunció incluso gráficamente la situación que se vivía junto al Mercado de la Boquería, en pleno Rabal barcelonés, que al caer la noche dejaba de ser un lugar en el que se vendían apetitosas viandas para pasar a ser escenario del triste comercio con carne humana.
Han bastado poco más de dos días para que la policía de la Ciudad Condal tome cartas en el asunto y acabe con el lamentable espectáculo ilustrado en el texto y las fotos del diario de tirada nacional. Es decir, se ha escuchado el mensaje, sin liarse a tiros con el mensajero. El mismo diario o mensajero da cuenta en su edición de hoy de la eficacia de la acción policial barcelonesa. Asunto concluido.
Hoy también ha sucedido algo diametralmente contrario en El Salvador. Un valiente fotógrafo y cineasta español, Christián Poveda, que se atrevió a denunciar en imágenes la violencia que a diario siembra de miedo y dolor aquel pequeño país de Centroamérica, ha caído víctima de las balas del odio que confundió al mensajero con el mal reflejado en el mensaje.
En este caso han sido los pandilleros quienes han liquidado a quien deseaba ayudarles a salir de su mísera existencia. Sin duda, las autoridades deben luchar allí con más ahínco para dar una mejor vida a los que forman ese fenómeno de las “maras”. No sólo se trata de hacer justicia con los asesinos, sino de acabar con el fenómeno violento dando una vida auténtica a jóvenes carentes de un porvenir.
En cualquier caso y lamentablemente son más las veces en las que sucede lo de Salvador que lo de Barcelona. Quienes debieran reflexionar ante el mensaje que llevan los medios de comunicación hasta ellos, por lo general originados en las preocupaciones populares o ciudadanas, no saben asimilarlo y se lanzan como aves de rapiña en contra del mensajero. La libertad de expresión tiene más enemigos que amigos.
Algunos creen que todas las armas son buenas. Craso error, al menos en las sociedades democráticas (que le pregunten a Richard Nixon en el caso Watergate, denunciado por The Washington Post y un puñado de valientes periodistas).
Quienes incurren en esa confusión demuestran antes que nada dos cosas, su cobardía y el miedo que les atenaza. Miedo a lo que no controlan y cobardía por no saber encarar los problemas para resolverlos y en cambio dejar que se enquisten. Sobre todo porque las denuncias de los medios de comunicación dejan al descubierto sus vergüenzas y porque ellos no parecen capaces de poner soluciones.
Los que se creen poderosos, que a veces son los más menesterosos, al menos en términos políticos, no siempre recurren a las balas para acabar con el mensajero. Pero recurren a la infamia y la mentira –un buen gobernante debe estar bien informado antes de lanzarse a esa vorágine y no puede ni debe engañar- y generalmente lo hacen al amparo de un disfraz. Incluso anónimamente.
Nixon empleó muchos esfuerzos de su administración en sembrar de falsedad e insidias la política estadounidense y al final tuvo que marcharse a su casa para evitar la vergüenza de que lo echasen por embustero y mendaz. Muchos le recuerdan más por su apodo de "Tricky Dick" (Ricardito el Tramposo).
Hay más casos en la historia y desgraciadamente los habrá. El anonimato o los disfraces son sinónimos de cobardía y antónimos de buen gobierno.
Internet, que es un excelente instrumento para lo bueno, por mor de la gentuza que no sabe cómo utilizar la red para los fines positivos, se ha convertido en un estercolero al que los cobardes vierten sus miasmas. Pero como sucede en la vida real, la pestilencia en el mundo virtual denota el origen de la basura. Si tienen olfato, atisben el aire y verán que pronto descubren la procedencia del hedor.
Estos mismos días la Asociación de Internautas y otras entidades especializadas en buenas y malas prácticas de internet aconsejan no ocultarse y no emprender campañas de bulos –o hoax- porque al final se vuelven contra quienes las practican. Algunos deberían leer esas recomendaciones atentamente. Y deben tener bien claro que no mancha el nombre el que quiere, sino el que puede. La verdad es tozuda, y acaba por imponerse.