domingo, 3 de mayo de 2009

Nota del Editor

Día de la Libertad de Prensa

La prensa tiene un compromiso con la verdad y para hacerla efectiva se precisa la libertad del ejercicio periodístico. Aunque algunos no lo crean, esa libertad es indispensable para la salud de la democracia. Sin una prensa libre –en vez de domesticada o amordazada- las naciones, y a menor escala las regiones o los pueblos, no pueden presumir de auténtica democracia.
En el día que las Naciones Unidas han dedicado a la libertad de prensa, es larga la lista de profesionales de la comunicación en el mundo que sufren prisión, tortura o secuestro por no renunciar a su libertad de informar y mostrar a la ciudadanía la verdad de las injusticias sociales y otros abusos, como la corrupción.
Otros han pagado con sus vidas su voluntad de servir a los ciudadanos y también son muchos los colegas que a diario sufren censura por sus empresas, por los políticos y por los poderosos. Con todo, es peor aún cuando somos los periodistas quienes nos autocensuramos.
Decía Ignacio Ramonet, que los dueños del mundo manejan o intentan manejar los medios y las informaciones que de ellos emanan. Conocemos de cerca esa actitud. En los grandes medios, la llamada “línea editorial” con frecuencia oculta prácticas laborales al borde de lo más siniestro. Más en los actuales momentos de crisis.
El secretario general de la Federación Internacional de Periodismo (FIP), Aidan White, ha denunciado que diferentes gobiernos europeos vigilan la labor de los periodistas europeos, lo que, a su juicio, "pone en peligro" el importante papel que estos informadores juegan en la democracia.
White ha denunciado que se ha generalizado en Europa la vigilancia por parte de las autoridades policiales de cuentas de correo electrónico y llamadas telefónicas de informadores bajo pretexto de la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo.
Quienes ostentan el poder a menudo desean una prensa domesticada, poco más que un tablón oficial de anuncios desde dónde no se ejerza la crítica.
Eso ocurre incluso desde discursos que se pretenden democráticos mientras se intenta cortar las alas del mensajero para que no transmita lo que al que manda no le interesa. O para que sólo se haga eco de lo que desea.
Pero el buen periodismo –que en nada tiene que ver con lo anterior- depende de la capacidad de investigar y del rigor, y casi en igual medida del buen criterio y de un excelente conocimiento de la lengua.
Su misión debe ser, siempre que sea preciso, desenmascarar a quién no quiere ser descubierto. Y ejercer la crítica con lealtad. Ese es el verdadero compromiso con la libertad, aunque por lo general, los políticos no entienden ese concepto.
Desde los pequeños medios, como es el nuestro, ese compromiso lo tenemos asumido hace tiempo. En este oficio hay que elegir entre caer bien al poderoso o hacer lo que se debe. En El Correo hemos optado por lo segundo.
Las nuevas tecnologías han hecho posible que surjan humildes medios, como éste, en el soporte de internet. Y éstos logran vivir con voluntad y trabajo a menudo no remunerado y voluntario. Es algo que algunos políticos de corto recorrido no saben calibrar. Pero como decíamos, no es este un oficio de aduladores. O no debe serlo.
Incluso en el más modesto medio como El Correo de Escalona, éste es -como decía Gabriel García Márquez-, el mejor oficio del mundo. Por eso desde nuestro humilde rincón, en este día, queremos rendir homenaje a tantos y tantos colegas que desde los medios más variados se las “ingenian” para contar historias veraces e interesantes pese al insulto o la amenaza.
El mencionado Aidan White ha dejado claro que los medios de comunicación europeos se enfrentan a desafíos como la crisis económica, los cambios en la forma de emitir y recibir la información o el declive en la venta de periódicos. Para él, se están produciendo "cambios históricos" en el mundo de la prensa que, en su opinión, deben servir para "restaurar el papel de los medios europeos" y, de este modo, "evitar que las democracias sufran un daño real".
Pero ha señalado que en todo el mundo, las administraciones incurren en "hipocresía, censura y negligencia", ya que asumen compromisos y declaraciones para garantizar la libertad de prensa que, finalmente, no acaban cumpliendo.