González Sinde desata pasiones (no se sabe si altas o bajas)
Por La Rana Verde
Es uno más de esos personajes elegidos para la gloria por Zapatero que acaban en el infierno de los pobres súbditos del leonés. En ocho meses de gestión, la ministra de Cultura de mirada “giocóndica” ha dividido a
l mundo del cine, del que viene, ha cabreado a fondo a los internautas y sólo parece tener contento a Teddy Bautista y su Societé Generale de Auténticos Espabilados (SGAE).
Es sabido que los socialistas con pedigrí, los que se consideran depositarios de las esencias, nunca fueron entusiastas de los independientes en los gobiernos del PSOE.
Siempre traen a colación los fallidos experimentos con gaseosa de personajes como Garzón, Fernández Bermejo o César Antonio Molina, por citar a algunos. Pero Ángeles González-Sinde va por el mismo camino y puede que les deje chicos.
Fue alguien del propio partido quien dijo, nada más conocer su designación por el sonriente mozo leonés que nos gobierna, que era como si le encargasen a la zorra –dicho sea sin cualquier ánimo de insulto- a cuidar las gallinas.
¿A quién se le ocurriría poner a un conocido empresario a dirigir el Ministerio de Trabajo? Pues ya ve, querido vecino. A Zapatero no se le ocurrió una mejor que poner a un personaje del cine a regir los destinos políticos del mismo. Sea o no acertado el juicio previo, a posteriori lo que vemos es lo que parece un esperpento gremial más pensado para contentar a la SGAE de Mr. Bautista que a los millones de espectadores o las gentes que navegan por la red.
En cambio, a la señora Sinde, que ya tiene un Goya como cineasta, lo que nunca parecen que le vayan a dar es uno –y mucho menos un Óscar- por su gran desarrollo de iniciativas legislativas. Las dos únicas que se le conocen, la del cine y la internet, no han merecido más que sendas broncas. ¿Por qué será?
Hay quien sostiene –dentro del propio PSOE- que la elección de los sucesivos ministros de Cultura no figuran probablemente entre los mayores aciertos de D. Zapatero (algunos se preguntan incluso si ha tenido muchos aciertos al escoger a sus subalternos).
Lo que sucede es que el residente en La Moncloa, que tiene más conchas que un galápago, se las da como nadie para dejar con el culo al aire (aunque parezca la contrario) al más pintado. O a la menos pintada, en este caso, porque la señorita Sinde no es moza de muchos afeites.
Además, como otros de su gremio que nunca se dan por aludidos (recordemos a la indescriptible Maleni de las Obras Públicas), a la Sinde no le apetece dimitir después de que la desautoricen su presidente y su vicepresidenta (hay quien dice que es la que de verdad manda). Sus colaboradores dicen que en medio del temporal sopesó la dimisión, pero añaden que no se la plantea. Ya lo dijo alguien: España es el país en el que rara vez dimiten los ministros (y las ministras). O les echan, o nada de nada.
Sinde es impopular desde el mismísimo día de su designación. Unos días antes de que la indigitaran o indigitasen, en la gala de los Goya arremetió contra las descargas de archivos en internet, diciendo que sólo beneficiaban a las operadoras de bancha ancha. Cuando llegó a Cultura ya tenía un grupo de Facebook demandando su dimisión. No se recuerda algo igual.
El primer revés no tardó. La Comisión Europea bloqueó las ayudas oficiales al cine de esta representante del sector metida a ministra, que naturalmente barre para casa. Ahora se ha llevado otro sonoro bofetón después de propinarlo ella a miles de internautas con sus planes de regulación de las descargas y la amenaza de cortar el servicio a los ciudadanos incluso sin el concurso de los jueces.
Se le vio demasiado el plumero a esta “pájara pinta”, como decía un veterano bloguero. La red se convirtió en un escenario revolucionario y a Zapatero y algún otro se le tensaron los “congojos”. No tardaron en decir exactamente lo contrario que decía Madamme Sinde.
Las espadas han quedado en alto y deberán pasar algunos meses antes de que los internautas dejen de mirar de soslayo a la ministra y al propio gobierno. Les van a observar con lupa hasta las comas. Pero lo que ha quedado en evidencia es que esta ministra no ha dado con la tecla de la cultura española, al menos por el momento. Sólo parece conocer bien la tecla de los “piratas” de la SGAE.
(La Rana Verde es el seudónimo de un conocido periodista y bloguero español)
Por La Rana Verde
Es uno más de esos personajes elegidos para la gloria por Zapatero que acaban en el infierno de los pobres súbditos del leonés. En ocho meses de gestión, la ministra de Cultura de mirada “giocóndica” ha dividido a

Es sabido que los socialistas con pedigrí, los que se consideran depositarios de las esencias, nunca fueron entusiastas de los independientes en los gobiernos del PSOE.
Siempre traen a colación los fallidos experimentos con gaseosa de personajes como Garzón, Fernández Bermejo o César Antonio Molina, por citar a algunos. Pero Ángeles González-Sinde va por el mismo camino y puede que les deje chicos.
Fue alguien del propio partido quien dijo, nada más conocer su designación por el sonriente mozo leonés que nos gobierna, que era como si le encargasen a la zorra –dicho sea sin cualquier ánimo de insulto- a cuidar las gallinas.
¿A quién se le ocurriría poner a un conocido empresario a dirigir el Ministerio de Trabajo? Pues ya ve, querido vecino. A Zapatero no se le ocurrió una mejor que poner a un personaje del cine a regir los destinos políticos del mismo. Sea o no acertado el juicio previo, a posteriori lo que vemos es lo que parece un esperpento gremial más pensado para contentar a la SGAE de Mr. Bautista que a los millones de espectadores o las gentes que navegan por la red.
En cambio, a la señora Sinde, que ya tiene un Goya como cineasta, lo que nunca parecen que le vayan a dar es uno –y mucho menos un Óscar- por su gran desarrollo de iniciativas legislativas. Las dos únicas que se le conocen, la del cine y la internet, no han merecido más que sendas broncas. ¿Por qué será?
Hay quien sostiene –dentro del propio PSOE- que la elección de los sucesivos ministros de Cultura no figuran probablemente entre los mayores aciertos de D. Zapatero (algunos se preguntan incluso si ha tenido muchos aciertos al escoger a sus subalternos).
Lo que sucede es que el residente en La Moncloa, que tiene más conchas que un galápago, se las da como nadie para dejar con el culo al aire (aunque parezca la contrario) al más pintado. O a la menos pintada, en este caso, porque la señorita Sinde no es moza de muchos afeites.
Además, como otros de su gremio que nunca se dan por aludidos (recordemos a la indescriptible Maleni de las Obras Públicas), a la Sinde no le apetece dimitir después de que la desautoricen su presidente y su vicepresidenta (hay quien dice que es la que de verdad manda). Sus colaboradores dicen que en medio del temporal sopesó la dimisión, pero añaden que no se la plantea. Ya lo dijo alguien: España es el país en el que rara vez dimiten los ministros (y las ministras). O les echan, o nada de nada.
Sinde es impopular desde el mismísimo día de su designación. Unos días antes de que la indigitaran o indigitasen, en la gala de los Goya arremetió contra las descargas de archivos en internet, diciendo que sólo beneficiaban a las operadoras de bancha ancha. Cuando llegó a Cultura ya tenía un grupo de Facebook demandando su dimisión. No se recuerda algo igual.
El primer revés no tardó. La Comisión Europea bloqueó las ayudas oficiales al cine de esta representante del sector metida a ministra, que naturalmente barre para casa. Ahora se ha llevado otro sonoro bofetón después de propinarlo ella a miles de internautas con sus planes de regulación de las descargas y la amenaza de cortar el servicio a los ciudadanos incluso sin el concurso de los jueces.
Se le vio demasiado el plumero a esta “pájara pinta”, como decía un veterano bloguero. La red se convirtió en un escenario revolucionario y a Zapatero y algún otro se le tensaron los “congojos”. No tardaron en decir exactamente lo contrario que decía Madamme Sinde.
Las espadas han quedado en alto y deberán pasar algunos meses antes de que los internautas dejen de mirar de soslayo a la ministra y al propio gobierno. Les van a observar con lupa hasta las comas. Pero lo que ha quedado en evidencia es que esta ministra no ha dado con la tecla de la cultura española, al menos por el momento. Sólo parece conocer bien la tecla de los “piratas” de la SGAE.
(La Rana Verde es el seudónimo de un conocido periodista y bloguero español)