lunes, 19 de octubre de 2009

Ocio

Los chinos que no tienen nada que ver con China

Por A. Sabrido
Siendo una nación muy distante de China, en términos geográficos, para los españoles los términos chinos o china son muy frecuentes, incluso en cuestión de juegos o apuestas. Por eso se puede decir que hay chinos que no tienen nada que ver con China.
En realidad, una china es, en español coloquial, una piedra pequeña, que cabe en la palma de la mano. Tirachinas es un instrumento muy sencillo que los niños usan para tirar piedras, hecho con una horquilla de madera y una goma, y no olvidemos que se dice “como una china en el zapato”, cuando se quiere decir que algo molesta tanto como una pequeña piedra dentro del calzado.
En el diccionario de Corominas, se dice que una china es una piedrecita, sobre todo de las redondeadas, que se emplea para juegos y cálculos, y se sugiere que es un vocablo del lenguaje infantil.
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), explica que el término china viene de la voz infantil chin y matiza que china es la “suerte que echan los muchachos metiendo en el puño una piedrecita u otra cosa semejante, y, presentando las dos manos cerradas. Pierde aquel que señala la mano en que está la piedra”.
Ya tenemos, en consecuencia, una primera aproximación al origen de la palabra china o chinos.
Tocarle la china a alguien, sinónimo de ser sujeto de la mala suerte, significa ‘corresponderle por azar algo desafortunado’. Ello viene de que en los juegos infantiles aquel que hallaba la piedrecita o quien no la hallaba eran el ganador o el perdedor, según las reglas que se hubiesen fijado con anterioridad.
En “El por qué de los dichos”, de J.M: Iribarren (Madrid, Aguilar 1965, página 30), se lee: “La china suele echarla uno de los jugadores, el que hace las veces de madre (voz que recuerda la participación de la madre en los juegos de los niños), y el jugador a quien le toca la china se considera desdichado”.
En España hay la costumbre de jugarse cosas a los chinos. Lo más habitual es jugar para ver quién paga el aperitivo o el café. Pero puede ser para cualquier otra cosa.
En este juego, las piedrecitas (chinas) pueden substituirse por cualquier objeto que pueda esconderse en la palma de la mano. Lo más habitual son monedas, pero puede ser cualquier otro objeto.
El juego de los chinos consiste en esconder dentro del puño un número de cero a tres monedas, o cosas similares, y tratar de adivinar cuántas suman en total las apostadas por todos los jugadores, que guardan el resto en la otra mano escondida tras la espalda.
En el mundo anglosajón existen algunos juegos parecidos, como el Spoof y los Three Coins.
En España es muy frecuente ver a grupos de compañeros de trabajo o amigos de todo tipo apostando unas consumiciones al primero que suma tres aciertos en las apuestas de los chinos.
Esos mismos jugadores suelen emplear con mucha frecuencia la fórmula tres con las que saques, para apostar por ese número, el tres, que es el más frecuentemente ganador en el juego entre dos personas.
A veces, si los jugadores así lo acuerdan con anterioridad, es el ganador (quien logra sumar primero tres jugadas acertadas), quien se encarga de pagar las consumiciones, en vez de quien pierde.
Según José Antonio Hidalgo, que asegura ser descendiente del creador del juego de los chinos, éstos se inventaron en 1746, en la provincia de León, en un pueblo llamado Bercianos del Real Camino. “Según han ido contando en la familia, fue idea de un antepasado mío que era pastor de ovejas», dice orgulloso
“En el campo, las piedras se tiran a las ovejas para que no se metan en los prados. Entonces, estaba mi antepasado con otro campesino y para pasar el rato le dijo: 'Anda, a ver si adivinas las chinas que tengo en la mano'. Y a partir de ahí nació el juego, como las tres en raya, que también tienen origen rural”.
La trashumancia y el Camino de Santiago favorecieron la veloz transmisión de los chinos como forma de entretenimiento hasta convertirse en uno de los principales juegos genuinamente españoles.
Deseoso de que no se pierda la tradición, Hidalgo creó hace más de veinte años el Campeonato Nacional de Chinos. En la última edición, disputada en el Bar Melgar, de Madrid, participaron 60 personas, mayores de 18 años, y el ganador se llevó una pequeña fortuna como premio: 200 euros. La inscripción costaba 12 euros.
Según Hidalgo, los años Sesenta fueron la época dorada de los chinos. Recuerda que “Fue en los años 60: «En aquellos tiempos jugaban mucho las chicas de alterne de las barras americanas, quienes intentaban sacar una copa a la cuenta del cliente», recuerda Hidalgo. «Se decía que no había quien las ganase. Pero en realidad hacían trampas, por la luz tenue del lugar donde trabajaban, porque estaban detrás de una barra (y cuando no les interesaba sacar un número determinado dejaban caer alguna china) y porque que el cliente por norma general ya acudía al local con una copa de más».
Para este experto, Un buen jugador de chinos debe estar atento a cada matiz de la partida. No siempre el más inteligente gana, pero el jugador puede minimizar la presencia de la suerte. Cualidades para ganar: «Lo primero que hay que hacer para vencer es tener psicología. Observar mucho a los jugadores para ver cómo juegan y detectar si tienden a llevar un orden en sus jugadas: los hay que empiezan por tres, siguen por dos, luego por uno... Y ya sabes lo que viene después».
Otro truco está en atender a la posición de las manos: «Cuando alguien aprieta mucho los nudillos, es que está oprimiendo: eso quiere decir que llevan chinos. Si los deja más suelto, es que no lleva nada, o poco”.
En 1987 se celebró el primer Campeonato Nacional de Chinos. Fue después de que Hidalgo pusiera en marcha un reglamento que regula las competiciones. Las normas básicas eran simples: «Principalmente, que todos los participantes utilizaran los mismos chinos. En segundo lugar, que se usaran los números naturales, sin terminologías, porque hay mucha gente que las desconoce. Y, por último, el que perdiera tres partidas, caía eliminado».
Por tanto, no se pueden utilizar las jergas numéricas que convierten el cinco en la mano de un niño, el siete en el gancho del trapero, el ocho en el barreiros, o el 22 en los dos patitos.