domingo, 19 de julio de 2009

Editorial

A vueltas con la financiación para encubrir la banalidad

Por más que el Sr. Zapatero, Don José Luis, se empeñe en usar expresiones de triunfalismo, a nadie se oculta y mucho menos a sus propios seguidores del PSOE, que el modelo de financiación que ha sacado de su desgastada chistera es como el conejo de los prestidigitadores pasados de moda: una auténtica ruina. Y además, todo un prodigio de insolidaridad, presente, pasada y futura.
No es otra cosa que una bajada de pantalones ante ERC que humilla y contradice el deseo de muchos miles de ciudadanos de toda España, incluso de esa Cataluña a la que ha querido ganarse porque cree que es ahí donde vence o pierde en las elecciones. Alguien tendrá que cambiar eso más pronto o más tarde.
A cambio del puñado de votos que precisa para tapar sus vergüenzas en el Parlamento, Zapatero, Don José Luis, nos ha condenado a todos al escarnio de permitir que los separatistas de ERC –que no disimulan sus verdaderas intenciones- se mofen del Estado español y peor aún de cuantos lo componemos. En algunas cosas recuerda infelizmente a las decisiones de George W. Bush.
Y lejos de lo que pretende su propaganda organizada, ni su modelo –el de Zapatero y su compinche Montilla- es el verdadero Estado de las Autonomías, ni un modelo equitativo, ni nada de eso. Es, lisa y llanamente, la proclamación de que en España no somos todos iguales, ni podemos esperar de su Gobierno un trato que nos ayude a reducir las diferencias sociales o la desigualdad entre regiones. La tan cacareada cohesión no deja de ser ahora una palabra hueca.
Castilla-La Mancha –como otras regiones- sale malparada en ese modelo a costa de que los Puigcercós, Ridao y Carod Rovira saquen pecho entre los suyos por habérsela metido doblada al “invasor”. Ni siquiera la sensatez de los de CiU comulga con las ruedas de molino que nos ha regalado Zapatero. Y el cómplice de eso es José Montilla.
Dentro del PSOE (del verdadero partido y no de esa legión de siseñores que ejercen el poder vicario por aquí y por allá, instalados en poltronas que consideran de su propiedad) hay vergüenza, mucha vergüenza, por lo sucedido. Basta rascar debajo de la primera capa de pintura para darse cuenta de que no es sólo el PP de Rajoy el que se tapa la nariz. Y de que comienzan a afilarse espadas para deshacerse cuando puedan de toda la camarilla que quiere convencernos de lo que no es posible. El único interés de este acuerdo es mantenerse en el poder y aún habrá que ver si lo logran.
El hedor de la mierda –porque eso es lo que nos ha regalado este verano Zapatero- atufa a muchos de sus correligionarios. Nos cuente lo que nos cuente. Su Estado del Bienestar no es más que otra muestra de su banalidad.
Banal fue -¿o ya no se acuerda nadie?- el diálogo con los terroristas; banal ha sido su modo de afrontar la crisis más grave de nuestra reciente historia (bono bebé, devolución de 400 euros para quitarlos luego de nuestros bolsillos por otra vía, etc); banal ha sido su manera de dictar normas que poco o nada importan a los ciudadanos (memoria histórica, igualdad paritaria, adopciones homosexuales, etc.), y banales son las perlas que nos anticipa (eutanasia, nueva ley de aborto y las que estén por llegar).
El problema es que las “genialidades” de este individuo nos cuestan dinero a los españoles de nuestros impuestos. Dinero que sale de la caja común y no entra más. Porque hay muchos países serios de Europa donde se mira con ojos atónitos a lo que hace el Gobierno de España con los caudales públicos. Países –de esos que siempre se citan como modelo de prosperidad, porque lo son- en los que no se comprende que la corrupción siga haciendo metástasis en el tejido social español, principalmente a nivel municipal. Naciones que se preguntan a dónde van los dineros que recibimos de los fondos europeos para ponernos al nivel de ellos.
Hemos escuchado estos días en el ámbito de la privacidad a un alto político finlandés comentar en una visita a España que si en su tierra pasase sólo la décima parte de lo que aquí es habitual y hasta frecuente en materia de corrupción, el país de los lagos ya no existiría. En el concepto de honestidad de aquella gente, lo que sucede entre nosotros es simplemente inaceptable.
A ningún político de aquella tierra se le ocurriría hacer obras públicas para dar trabajo sólo a los de su cuerda y además hacerlas para que las vea quien pasa por la carretera. Seguramente, por eso los finlandeses están entre los pueblos de Europa que prosperan más y luego tienen dinero para venir a gastarlo entre nosotros. Y de los que han creado un modelo de desarrollo que no hace aguas como el nuestro.
Ellos han comprendido que la clave del desarrollo es la creatividad y las tecnologías. Su apuesta es fuerte y segura, y los resultados son visibles. Y del mismo modo su modelo de crecimiento se basa en los mejores niveles de educación, y no en un alto fracaso escolar como el que parece no importar a nadie cerca de nosotros, incluso en la propia Escalona. ¿Recuerda alguien por estos pagos los datos del informe PISA? Deberían colocarse a la entrada del Instituto, de todos los institutos...
La España de charanga y pandereta –el mejor ejemplo se vive aquí mismo y de modo singular en verano y lo confunden con la cultura- está más presente que nunca gracias a Zapatero. Y a otros tantos que le siguen sin rechistar. ¡Verán como cuando le vean caer se ceban para ponerle de chupa de dómine! El oportunismo en este país, en esta región y en este pueblo son toda una profesión.
Pero entre tanto, los que le crucificarán, le ríen las gracias y condenan a España –no al Estado español, como dicen por ahí los separatistas, sino a España- a ser el hazmerreír de muchos países serios y solventes. Y al país entero a no ser capaz de encontrar la senda de la verdadera prosperidad, que no es furor ladrillero, ni industrias de tres al cuarto.
Además, siguen sembrando problemas –como el de la insolidaridad entre regiones- que pueden ser bombas de tiempo que estallarán en nuestras manos mucho después de que se haya marchado el Sr. Zapatero con sus acólitos.
La irrelevancia intelectual de esa bandada de depredadores es el peor cáncer de España, de nuestra España. De una nación que no puede tolerar por más tiempo esa desgracia colectiva que es el desempleo y sobre todo, como vemos por aquí, que quienes fueron elegidos para representar a todos, limiten su protección a familiares y partidarios. Para ese viaje no hacen falta alforjas.

Pero descuiden, porque no hay mal que cien años dure. Y sobre todo no hay cuerpo que lo aguante.