miércoles, 10 de junio de 2009

Editorial

Entre la preocupación y el “dolce far niente”

Tres días después de las elecciones europeas, que en España de eso, de europeas, sólo han tenido el título, dentro de las filas socialistas empiezan a surgir voces de preocupación, que coexisten con otras instaladas en el “dolce far niente”, o lo que es igual, en la autocomplacencia o la creencia de que al final Dios proveerá.
El martes esas voces de la preocupación ante lo sucedido y lo que puede suceder más tarde brotaron en el Grupo Parlamentario, con distintos matices, pero con el mismo ceño fruncido. Al fin y al cabo, el desasosiego era común para quienes tienen un par de dedos de frente. Como Javier Solana, muy preocupado por la enorme desafección de los ciudadanos hacia la causa de Europa.
Pero fundamentalmente, entre el resto de los parlamentarios socialistas no es tanto que exista incertidumbre por lo que va a ocurrir cuando toque elegir a alcaldes, administraciones regionales e incluso al gobierno y el parlamento de la nación. Lo que preocupa es lo que va a venir después del veraneo, en un Parlamento en el que cada vez hay más navajas afiladas que apuntan a los flancos del PSOE.
Seguramente ese era el origen del cabreo que hizo perder el talante a Rodríguez Zapatero hasta el punto de no dar la cara y reconocer la derrota. O de abandonar desairado en su coche la sede de Ferraz. La verdad es que los ciudadanos esperábamos más del leonés. Pero parece que esta digestión le está resultando más difícil que otras.
Si no sucede un milagro, la estabilidad institucional va a estar en el alero a no ser que algún benévolo nacionalismo se apiade de él. Algunos veteranos políticos socialistas reconocen en privado y siempre que no salgan sus nombres publicados que hay malestar, que está extendido y que muchos dedos señalan a Leire Pajín, la “número tres”. Su conducción de la campaña, se reconoce ahora, ha sido poco acertada, por decirlo con cierta candidez.
Su coordinación de la campaña y, sobre todo, el tono subido de los mensajes y vídeos han tenido el efecto contrario al que se buscaba. Lejos de animar a los votantes socialistas, ha animado a los del PP que han dado un baño en toda regla en sitios como Madrid, Murcia, Valencia o la propia Castilla-La Mancha.
Quizá por eso entre quienes no ocultan el disgusto está la castellano-manchega Clementina Díez de Baldeón, esposa del presidente regional, José María Barreda.
Pero la desafección del electorado, sea en unas europeas o en unas elecciones de comunidad de vecinos, debería siempre preocupar. Y en lugar de eso, Leire Pajín ha sacado a pasear la chulería para retar al PP a que lance una moción de censura. Quiere ello decir que, en vez de echar las cuentas de lo sucedido, se va a enrocar más. Y eso es más que nada un disparate.
Decían algunos diputados del PSOE que, si como se pretende, la culpa de lo ocurrido es de la crisis, habrá que intensificar el trabajo contra ésta antes de que se repita y amplíe este efecto perverso en una nueva cita en las urnas. Pero es que en realidad hay muchos más agujeros negros.
Está la cuestión de la financiación autonómica –un cáncer para la estabilidad nacional-, están las polémicas innecesarias, como el aborto de menores y la píldora poscoital sin control; está la inexistencia de auténticos planes para crear un nuevo modelo de crecimiento nacional basado en la creatividad, la innovación y la tecnología… ¿Seguimos?
Esas carencias alcanzan a todas las administraciones. En el ámbito más cercano al ciudadano, el municipal, se siguen repitiendo con angustiosa frecuencia los fenómenos de corrupción, de amiguismo, de sectarismo, de indiferencia ante las preocupaciones ciudadanas, como es el caso del medio ambiente… Muchos regidores siguen inmolando la naturaleza en aras de un supuesto desarrollo, que es como decir confundiendo el culo con las témporas.
Pasa otro tanto en el ámbito regional, agravado con el reforzamiento perverso de los nacionalismos extremos o separatistas. La división de España en autonomías, en lugar de dotarnos de la cohesión pretendida por quienes la crearon, se está traduciendo cada vez más en egoísmos regionales y hasta cantonalismo. Los liderazgos vicarios socialistas de Tomás Gómez o Jorge Alarte, en Madrid y Valencia, respectivamente, se han demostrado catastróficos.
El PSOE sigue perdiendo votos en esas importantes regiones como el aceite sale por un cárter lleno de agujeros. No vale sólo con que esos dirigentes sean adictos al jefe y le rían las gracias. Además hay que ser eficaces y conectar con los ciudadanos. Y eso, a lo que vemos, no sucede.
Otro tanto ocurre con importantes empresas públicas, mal gestionadas, peor administradas y en las que se mantiene a los gestores hasta que la cosa no tiene arreglo. Si escandalizan los ERE en las empresas privadas, cuánto no han de escandalizar las medidas de ese género en las que son propiedad de todos los españoles.
Hasta las secuelas del mayor drama nacional que aún recuerdan muchas personas, la Guerra Civil, se están desenterrando con lo que de desgarro y ruptura en dos representa para la sociedad española. Por decirlo en otras palabras, ni al poeta García Lorca le dejan reposar en paz en la fosa en la que le echaron sus asesinos para que sirva a los intereses sectarios de unos u otros.
Al ciudadano común, a usted o a nosotros, se le ofrece a diario –y de modo especial en campaña electoral- un penoso espectáculo desde ese campo baldío que están creando los partidos, en el que parece que todo vale para atizarse, incluido lo más ruin y lo de peor gusto
. De ello hemos tenido unas raciones bien surtidas en vísperas de las europeas.
Todas esas cosas son las que debería entender alguna vez eso que llaman, incluso dentro del PSOE “el trío de la bencina”. Es decir, Zapatero, Blanco y Pajín, aunque algunos creen que el desastre del domingo hubiese sido menor si a los mandos hubiese estado el gallego.
Y todas esas cosas sólo contribuyen a la desafección de los ciudadanos, por una parte de los partidos y por otra parte de la propia vida política. La conciencia de ciudadanía está seriamente amenazada y ello no es culpa de los ciudadanos, sino de quienes gestionan la vida pública.

La política no es ya servicio público, sino servirse de lo público.
Todos esos fenómenos han alcanzado estos días a lo europeo. A nadie se le ha explicado lo que nos jugábamos el domingo. Por ejemplo, que se elegía una institución –el Parlamento Europeo- que va a ser muy importante porque tendrá el poder de compartir muchas decisiones con nuestros gobiernos, de esas que nos afectarán día tras día. Seguramente, si a los ciudadanos les hubiesen hablado de eso, en vez de que las chiquillas abortarán sin consentimiento paterno, se habrían tomado mucho más en serio la cita en las urnas. Pero era más fácil lo otro.