lunes, 8 de junio de 2009

Editorial

Hoy también se debe meditar

Concluido el acto electoral, conocidos los resultados, llega una segunda jornada de reflexión que los políticos, desde el ámbito nacional hasta el local, deberían aprovechar para echar cuentas de qué no han hecho bien y por qué más de la mitad de la población da la espalda al proceso democrático que unos comicios representan.
Porque al fin y al cabo, aunque hoy los titulares hablen de triunfo del PP, todo lo corto que se desee, pero triunfo al fin y al cabo, quien en verdad ganó las elecciones europeas es el partido de la abstención. O lo que es igual, el del hastío de un 54 por ciento de la población hacia quienes protagonizan lo que llamamos vida pública.
Ese 54 por ciento incluye gente que “pasa” de quienes gobiernan sin escuchar la opinión de la mayoría, sus preocupaciones y sus deseos, desde el país hasta los municipios más pequeños. De quienes legislan sobre la capacidad de una menor para abortar sin contar con sus padres o ejecutan obras que a nadie interesan.
Pero hay que echar también otras cuentas. Por ejemplo, que pese a la guerra sucia entre partidos y las acusaciones, más o menos ciertas sobre corrupción, la intención de voto a escala nacional puede estar dando la vuelta, como la tortilla, y el PP de Rajoy va dejando de espantar como lo hacía a la gente de bien el de Aznar y su servilismo hacia Bush. Hay, así lo indican los resultados, parece existir en España menos desconfianza hacia la derecha.
Si lo analizamos con los resultados en la mano, el PP ha dejado de estar 2,25 puntos por detrás del PSOE (europeas 2004) a 3,75 puntos por encima. En número de votos ello supone que si hace cinco años votaron al PSOE 384.000 ciudadanos más que al PP, ahora son 585.000 más quienes se han decantado por la oferta de Rajoy en vez de por la de Zapatero. No es un dato para tomar a la ligera, porque supone que en 5 años, casi un millón de españoles han pasado a votar al PP y no al PSOE.
Aunque a muchos les cuesta entenderlo, ese hecho es significativamente sano para la democracia española. Porque al fin y al cabo, uno de sus principios, al que sólo los más cerriles se oponen con virulencia, es la alternancia en el poder. Lo contrario da pie con frecuencia a las corruptelas y a su hermana mayor, la corrupción. Quien ejerce siempre el poder acaba por creer que es de su propiedad, cuando en realidad de ésta sólo son dueños los ciudadanos.
Esta ha sido una campaña sucia y chusca. Se mire por donde se mire.

Y los ciudadanos hemos asistido perplejos y hasta molestos a ella. Como también hemos observado con desagrado algún detalle de mal perdedor. Por ejemplo, en los países con tradición democrática, quien no gana suele comparecer en público a dar la enhorabuena a su rival. Y no es eso lo que hemos visto hacer en esta ocasión al señor jefe de Gobierno, que no ha aparecido en público a reconocer el descalabro de su oferta y a admitir la victoria de su rival. Esos son también gestos de talante, del que tanto ha presumido Zapatero.
No merecen grandes comentarios –hablan por sí mismas- las palabras de la “número tres” del PSOE, Leire Pajín, que consideraba “razonablemente positivos” los resultados, a no ser que quisiese decir que esperaban una catástrofe y se han quedado con un accidente de chapa. Lo contrario equivaldría a esa chulería tan española de "pá h.... los míos".

Quizá esta ciudadana, que no transmite la confianza de otros que la precedieron, cuando hizo esas consideraciones no se había parado a reflexionar sobre el hecho de que, sobre los doce millones y medio que vienen a sumar los votos recibidos por PP y PSOE conjuntamente en las europeas, el partido del gobierno se vea aventajado nada menos que por 600.000 sufragios.
Tampoco ha debido calibrar bien esta política en prácticas el hecho de que en los grandes países europeos, que viven como el nuestro difíciles circunstancias económicas y sociales (Alemania, Francia, etc.) los partidos de gobierno han recibido el apoyo mayoritario de los electores.
Porque lo malo no es perder unas elecciones. Lo peor es no querer ver las verdaderas causas para poner los remedios adecuados. Y eso parece ser lo que demuestra el PSOE de Zapatero en estas circunstancias. O lo que es igual, si el capitán y sus oficiales no comprenden que el barco navega a la deriva, difícilmente podrán enderezar el rumbo y llevar la nave a buen puerto.
O si no, háganse la siguiente pregunta: ¿Habrían reaccionado igual Zapatero y sus adláteres si el resultado fuese sido el contrario: 23 euroescaños para el PSOE y 21 para el PP? ¿Qué les dice la razón? ¡Sí! ¡Tienen ustedes toda la razón!
Si llevamos el análisis a la región, el resultado debería ser igualmente preocupante para José María Barreda y los suyos. En Castilla-La Mancha, el PP apenas sacó hace cinco años 4 puntos al PSOE y en esta ocasión le supera por más de 10. Echen ustedes las cuentas y que no les cuenten cuentos. Así están las cosas.
Por eso, si el sábado fue una primera jornada de reflexión, hoy debería ser una segunda. Pero mucho tememos que después de tanto tiempo en el poder, se está agotando la fábrica de ideas de algunos y va a llegar la hora de que otros pongan las suyas a circular. Siempre y cuando sean ideas frescas, benditas serán.