viernes, 5 de junio de 2009

Editorial

Hora de meditar

Llegó la hora. Ya se acaba una campaña para las elecciones europeas del domingo que no pasará a la historia como la más elegante, ni como la mejor, ni mucho menos como aquella en la que los candidatos se olvidaron por un momento de la clave nacional para hablarnos a los sufridos ciudadanos de lo que debían, es decir, de Europa.
Ahora nos toca meditar, aunque a estas alturas, es más que seguro que la gente tendrá decidido el sentido de su voto. O de su no voto.
Porque hay muchos indicios de que la gran triunfadora en estos comicios no va ser la derecha o su prima la izquierda, sino la abstención. Y no sólo en España. También en el resto del continente.
¿Por qué será? ¡Ay Dios qué preguntas! Pues será porque nadie se preocupa de explicar la política europea a los ciudadanos, y en vez de eso nuestros candidatos prefieren aburrirnos tirándose los trastos a la cabeza, cuantos más mejor.
Hace tiempo que las distintas administraciones y desde luego los partidos políticos parecen pensar que somos cretinos, que no seremos capaces de entender lo que sólo ellos están en condiciones de comprender, y que es mejor hacer lo que les plazca, y luego contarnos el resultado. Es, lo hemos escrito así, una especie de despotismo ilustrado (todo para el pueblo, pero sin él).
Entronca –no vayan a pensar que es algo nuevo- con uno de los períodos más polémicos de la historia: la Ilustración, cuando los reyes y sus ministros trataban al pueblo como a un parvulario. Incluso para legislar medidas eficaces y beneficiosas.
Pero es algo bien diferente de la cultura democrática moderna. El Reino Unido es un buen ejemplo de esto último. Ahí los representantes, aún formando parte de los partidos, tienen la suficiente independencia de los mismos como para responder únicamente de sus actos ante sus representados.
Por eso, a Gordon Brown le dejan con el culo al aire sus propios diputados y se tiene que aguantar. ¿Se imagina alguien a los diputados de Zapatero dejándole descubierto el trasero por hacer el indio, pongamos por caso en sus negociaciones con ETA? ¿Y los de Aznar, poniéndole por ejemplo en un brete por la ilegalidad de la guerra de Irak o el sucio tufo a mentira del Prestige?
Claro, en España eso no pasa de ser política ficción. Aquí los partidos, en términos generales y con pocas excepciones, son pesebres a los que se uncen a pacer algunos de sus miembros, los más espabilados, como las antiguas caballerías. ¿A qué tienen indicios de algo parecido?
¡No hombre!¡Qué nadie se ofenda! La verdad no debería ser ofensiva. Más bien debería hacer reflexionar a las personas de buena voluntad. Incluidos los políticos que se dejan arrastrar a esas prácticas que seguro, seguro, rechazaban en sus inicios. ¿No es mañana la jornada de reflexión?
Pues bien, el domingo, aunque no debería ser así, se juega un partido en un campo europeo, pero los goles subirán al casillero del estadio nacional.
En la derecha, Mariano Rajoy –que parte con ventaja por el hartazgo de muchos españoles ante los muchos errores del gobierno-, no puede permitirse un nuevo fracaso. El oxígeno de las elecciones gallegas y vascas no le dará para mucho más si cosecha un chaparrón en las europeas. Y que conste que ahí debe estar Aznar y algún otro agazapado para merendársele si patina.
Y si es Zapatero el que se moja con el chaparrón, va a ver cómo en los meses que vienen se le siguen subiendo a las barbas los pequeños partidos nacionalistas y separatistas. La victoria en Euskadi de Patxi López ha tenido consecuencias desestabilizadoras en la mayoría insuficiente de Zapatero. Y el cabreo de PNV, CiU y otras hierbas se masca.
Estas elecciones tienen incluso una lectura escalonera. Uno de nuestros jóvenes vecinos, Sergio Gutiérrez, se juega por tercera vez en su carrera política un escaño. Y parece que se lo quieren poner siempre “chungo”, porque le han colocado en el puesto 22 de una lista a la que las encuestas la hacen fluctuar entre 21 y 23 escaños. ¡A ver qué pasa con el joven político local!
Pues bien, ahora, queridos amigos, a meditar; a poner en cada fiel de la balanza lo que de bueno y lo que de malo han observado ustedes a sus representantes. Y que no les cuenten cuentos. Es tan democrático votar por una opción como por otra. O no votar. Lo que importa es que el ciudadano se sienta libre de hacer lo que le plazca. ¡Y si no que se hubieran preocupado antes los políticos!